En esa época debían pasárselo en grande en Japón cuando se proponían hacer una nueva película de monstruos, lo mismo si era un crustáceo gigante, su primogénito Godzila o un nuevo y más grande King Kong. No negaré que hay profesionalidad detrás del proyecto, que hay buenas intenciones y que el entretenimiento es innegociable en cada minuto de la breve película "Los monstruos del mar", pero incluso viéndola hoy se hace difícil pensar que no hubiera un público que ya entonces se sonrojara ante un desfile de maquetas lamentable, con esos aviones de juguete, unos efectos especiales de agua hechos en una bañera y una historia, la de los protagonistas que zarpan en un barco robado casi por casualidad, que es absolutamente ridícula. ¿Hace falta enumerar la enorme e inacabable lista de bobadas?; mi favorita es la del concurso de baile de resistencia, pero es que esperar en un acantilado tres días a que llegue un rayo no supera el juego de pinball entre el bogavante gigante y el propio Godzila, las dos japonesas pintadas de marrón enanas, el hermano pescador, los militares malotes... todo es tan malo en un suma y sigue sin final que de verdad, hasta es maravilloso...