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España España · Barcelona
Voto de Tithoes:
3
Comedia. Terror Un repartidor de pizza es asesinado mientras trabaja y la ciudad comienza a buscar un responsable. Entre la lista de posibles candidatos figura un fantasma, un traficante de drogas e incluso un hombre-lobo caído en desgracia. (FILMAFFINITY)
24 de octubre de 2018
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor: el inicio (entendiendo como tal el minuto que sigue a los dos primeros), cuyos animados créditos (acompañados de una exquisita melodía) son una delicia ochentera en toda regla, sirviendo los adjetivos empleados en este alegato como tributo al personaje asesinado al principio, un repartidor de pizza del que sorprende no solo su aspecto sino también su inusual forma de repartir la mercancía que porta (en coche en lugar de en motocicleta); la escena de la concentración de vehículos de comida rápida, a cada cual más singular y evocador en el tiempo a pesar de no exprimirse lo más mínimo (de hecho si uno se descuida puede que ni se percate), uno de tantos errores propios de un debutante cuya ambición le supera en todos los aspectos; el devenir de la historia, pese a albergar impases realmente deplorables (esa persecución supuestamente adrenalítica a una velocidad particularmente baja desquicia a cualquiera), ofrece alguna que otra idea interesante, como la estrategia de división ciudadana en dos vecindarios (muertos y vivos) por parte de un alcalde que encarna al típico político corrupto para el que la lealtad tiene precio y la codicia le lleva por un capitalista sendero cuyo destino no es otro que el de una condena perpetua mayor que la relacionada con el lugar en el que se desarrolla la acción (profanado en el pasado y maldito en el presente), abanderando imprecisas moralidades e insostenibles conspiraciones.

Lo peor: la exageración interpretativa, firmando el equipo actoral (sin excepción) una labor probablemente impuesta e indudablemente desesperante en la que el dudoso sentido del humor que profieren (el cuadro de la mujer con tres senos y la hipótesis de los gatos parlantes son dos claros ejemplos de índole muy distinta) acentúa más si cabe su lamentable cometido; el maquillaje de los seres mitológicos (algunos tan emblemáticos como brujas, fantasmas y licántropos) es pésimo, pudiéndose deducir que lo son por el mero hecho de que así se proclaman ellos mismos, pues sus necesidades (como comer y laburar) y comportamientos (como abrir y cerrar puertas) son idénticas a las de los simples mortales, estereotipándose hasta la saciedad; el desenlace es de lo más indigno imaginable (“¿es el Señor trabajando de maneras misteriosas o el Diablo haciéndolo obviamente?”), resolviéndose en algo más de cien segundos el anunciado gran momento de la película con caóticas revelaciones (la del portal al inframundo es la más bochornosa) e infames efectos especiales (el nivel de los mismos durante el metraje no alarma en exceso porque apenas se recurre a ellos) a los que sigue, para concluir la crónica positivamente, un falso anuncio publicitario mucho más agradable que el resto de ocurrencias.

Daniel Espinosa
www.cementeriodenoticias.es.tl
Tithoes
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