Una pesadilla que afectó y afecta a millones de personas: la dictadur de Pinochet en Chile, sus "desaparecidos", los sentimientos de culpa de los supervivientes y la supervivencia de los delatores, cómplices y acusadores de los militares en el poder. Con todo esto, Miguel Littin escribe y dirige de un modo atrabiliario, desagradable, que impide que uno se identifique o piense distante o cualquier otra cosa, porque el afán que pone en desestructurar la narración cinematográfica me agotó de tal manera que bastante antes de que acabara la película perdí todo interés en el devenir de los personajes, por otra parte muy mal interpretados, sin convicción ni emoción alguna.

Más lamentable aún si tengo en cuenta que esta producción sobre Chile, en Chile rodada y con actores chilenos ha obtenido el patrocinio de productores de Canadá y Francia: medios mayores de lo habitual en hispanoamérica para un resultado minoritario sin relieve ideológico ni artístico.