Paso lista a la filmografía de esta mujer Agnieszka Holland, y me sorprendo como espectador de casi todo, y más me sorprende la voluntad y plausible capacidad de trabajo de la susodicha, más la capacidad para encontrar productores y, supongo, público para obras inacabadas. Pues eso es lo que me parecen: siempre vale la pena acercarse, pero nunca salgo satisfecho.

Y en este caso un poco peor que de costumbre porque detrás hay un William Wyler de los más grandes (y tiene mucho muy bueno): aquel sublime film que aún hoy me emociona enormemente, se convierte aquí en una puesta en escena fría en la que ni siquiera actores tan buenos como en aquella tocan la fibra tremendista del original.

En todo caso, Jennifer y Finney siempre resultan atractivos y me invitan a pasar de largo y volver atrás a la ya antigua maravilla con Olivia de Havilland, Montgomery Clift y Ralf Richardson.