Es en esta fusión tan peculiar donde esta película que como tal no da la talla, crece y se torna cada vez más interesante.

Benjamin "Bugsy" Siegel le viene como anillo al dedo a Warren Beatty para impactar de la rigurosa mano de Barry Levinson: tipo guapo y viril, siempre como recién salido de la tintorería y a la vez cruel, que es a su vez un temible mafioso judío que inventa nada menos que el imperio del juego en la ciudad Las Vegas.

Esta es la base real de la historia, cuya documentación da fe de verosimilitud al pase de modelos de este Bugsy que descontrola pasiones varias por una belleza impresionante como Annette Bening. Pues bien, poco antes del rodaje había nacido un impactante romance entre los dos actores que en la pelicula da bastante rienda suelta. Esta historia real metida en la ficción a su vez basada en testimonios fidedignos es lo que más interés aporta a la película, ya que Beatty, con su fama de galán rompecorazones, dejaría de flirtear y se casaría por primera vez con ella, con quien va hoy día envejeciendo...

La hermosa Annette hizo posible lo que ninguna de las muchísimas mujeres que pasaron por sus brazos. Su hermana Shirley MacLaine ha hecho muchas bromas sobre la capacidad de seducción de este hombre a quien, al parecer, todas sus amantes siempre le adoraron, incluso tras las rupturas. De él dijo Woody Allen (como personaje en alguna película): "De existir la reencarnación a la carta, me pido reencarnar en las yemas de los dedos de Warren Beatty".

Pues batiendo adecuadamente los datos de una historia con otra y teniendo como fondo el lujo criminal y la estupidez inagotable de los jugadores, queda esta película sorprendente, un Bugsy-Beatty-Bening acompañados por un reparto realmente de excepción.

Pasen y vean a dos parejas que hicieron historia: una a través de no pocos crímenes y otra entre inofensivas serpentinas de celuloide, pero eso sí, ambas disfrutando cuanto pudieron maravillosos revolcones como el que en esta película se produce sobre una mesa tras una escena de alto voltaje.

Ahora bien, en lo que es propiamente cinematográfico, otra vez este buen director "de los de a ratos", desaprovecha el riquísimo material histórico con que cuenta, así como el excelente reparto. Sin embargo, también muy propio de Levinson, cuando acierta compone secuencias admirables, formidables, como estas dos: la larga secuencia en casa familiar de Siegel, cuando este quiere conformar a hijas, esposa y peligrosos socios... todo al mismo tiempo, en la misma noche... habitación por habitación... Y, por último, la última escena que lidia con Virginia/Annette bajo la lluvia: qué interpretación de esta actriz fuera de serie.

Lo peor: la banda sonora del tantas veces maravilloso Morricone, increíble que componga, orquesta y dirija y no se le perciba en ningún momento.