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Voto de El Despotricador Cinéfilo:
9
Aventuras En la Alta Edad Media, los vikingos o normandos (hombres del Norte) adoraban a Odin, el dios pagano de la guerra, que los guiaba a través de los mares cada vez que emprendían sus habituales incursiones de saqueo. Einar y Eric, hijos ambos del rey vikingo Ragnar -aunque ignoraban su parentesco-, se odiaban profundamente, pero se vieron obligados a luchar juntos para rescatar a la princesa Morgana, de la que ambos estaban enamorados, de ... [+]
4 de julio de 2013
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los primeros acontecimientos cinéfilos que recuerdo con especial cariño eran las sesiones dobles que durante mi infancia programaban algunos cines. De muchas de esas primeras películas no recuerdo ni el título dado que apenas tendría yo unos 4 ó 5 años. Lo que sí tengo presente en mi memoria es que en cuanto empezaban por fin a aparecer los títulos de créditos todos los niños efusiva, alegre y entusiasmadamente nos poníamos a aplaudir con la mayor devoción, como dando las gracias por lo que íbamos a ver, y volcando toda nuestra confianza y gratitud por anticipado, a través de esos aplausos, en la película.

Como ya he dicho apenas recuerdo ninguna de esas películas (la mayoría de ellas serían reposiciones o productos de serie B) pero ya entonces me marcó de forma apabullante "Los vikingos" por la minuciosa descripción de las salvajes, crudas, honorables y viscerales escenas y la plasmación, a modo hollywoodiense, de toda la iconografía vikinga. Disfruté tantísimo con esa película de puro escapismo, diversión y aventura “pulp” que se me incrustó en el subconsciente una de sus míticas escenas: aquella en la que el vehemente Kirk Douglas escala valiente e intrépidamente por un portón levadizo aprovechando como escalera las hachas que deliberadamente han lanzado contra él.

Por tanto, me aterraba volver a ver "Los vikingos" como adulto porque suponía que la decepción iba a ser considerable y que se iba a empañar el entrañable y cariñoso amor infantil que aún conservaba por esta película. Pues bien, gran alegría al comprobar que mi admiración por este film de Richard Fleischer no ha hecho más que aumentar y que podría hasta asegurar que me ha gustado incluso más, y ya es decir, que de niño. Estamos ante una auténtica joya imperecedera del cine repleta de momentos memorables con todos los ingredientes que una buena película debe poseer: mucha acción, aventuras, romances, pasiones, traiciones, honores ultrajados, reencuentros, decepciones, desamores, compromisos, relaciones familiares, etcétera. Y sobre todo lo más importantes: todos los actores absolutamente convincentes en papeles algo lineales y estereotipados pero que, a través de matices y excelentes interpretaciones, los hacen más que creíbles. En especial un soberbio Ernest Borgnine y unos espléndidos Kirk Douglas y Tony Curtis disfrutando como cosacos (o mejor dicho, como vikingos) de sus jugosos papeles. El único pero que se le podría poner a la película es el poco partido que se le saca a Janet Leigh que solo se pasea por ahí para lucir palmito, aunque bueno, también eso aporta mucho encanto.

Y respecto a la emblemática escena de la escalada a través de las hachas podría asegurar que a día de hoy, en pleno año 2013, no existen unos efectos especiales en el cine que puedan fascinar, asombrar y emocionar más que esa memorable escena y en cómo la interpreta el siempre solvente Kirk Douglas. Y, por si fuera poco, todo acompañado por una maravillosa e inolvidable música de Mario Nascimbene que remarca y aporta magnificencia y momentos gloriosos al film. Eso sí que era cine. Una gozada absolutamente recomendable. He vuelto a ser un niño de 5 años. He vuelto a disfrutar como entonces y eso hoy en día es todo un lujazo.

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El Despotricador Cinéfilo
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