No tengo ni idea de por qué Antonio Bido no ha rodado más cine giallo y tiene una corta filmografía. Su aportación al subgénero me parece interesante y ya lo demostró en el sofisticado giallo "Il gatto dagli occhi di giada" (1977) un año antes y que al convencerme tanto, me decidí a ver esta otra.

Principal atractivo: la fabulosa ambientación en los canales y calles de la siempre mágica Venecia que ayuda bastante a dar ese toque a un film y que recuerda al estupendo thriller "Amenaza en la sombra" ("Don't Look Now", 1973) con Donald Sutherland y Julie Christie.

Luego, los personajes, con la relación de los hermanos protagonistas, uno de ellos sacerdote, Don Paolo (Craig Hill), el otro, Stephano, interpretado por Lino Capolicchio, quien precisamente protagonizó otro giallo del gran Pupi Avati, "La casa de las ventanas que ríen", donde también involucraban en la historia a un sacerdote y temática por tanto, religiosa. Por cierto, muy bien interpretados ambos, a mi parecer.

Le achaco que las muertes te dejan con ganas de más, aunque han preferido evitar las escenas demasiado escabrosas, poniendo de ejemplo la de la anciana en la chimenea, que impacta más por lo que no se ve y ocurre, recordando a la escena de muerte con el horno a esa ama de casa en su anterior película ya mencionada.

Me hubiera gustado que hubiera profundizado más en temas como la magia negra y aprovechado el personaje de la médium y otros secundarios, pero pese a todo la historia está bien y queda más decente y menos ridícula que los finales imposibles de otros 'gialli' que además de pueriles son bastante aburridos algunos, caso contrario de este film que roza las dos horas y no cansa.

Eso sí, ese final en la torre veneciana que tanto me recordó a "Vértigo" de Hitchcock lo hubiera preferido por tanto menos referencial.

Con todo me ha parecido un giallo más elegante que la media y se deja ver, muy recomendable pese a que en algunos aspectos me dejara con ganas de más, sobre todo para los fans del género que cosas peores nos hemos tragado por nuestro afán completista.