Aquí tenemos al legendario actor escocés, en uno de los últimos trabajos de su carrera. Y he de decir que su presencia es la única baza de esta película dramática tan poco comercial.
Gus Van Sant repite algunos de los elementos que le dieron el éxito con “El indomable Will Hunting”. Da la sensación de que se copia a sí mismo. Habla aquí del fracaso y el éxito, y de un estudiante brillante que no quiere desarrollar su talento para no sentirse rechazado socialmente en su entorno. También hay una relación de amistad entre dos generaciones distintas, que termina enriqueciendo a los dos. Un “déjà vu” de Will Hunting, vamos.
La película no es excesivamente entretenida. Es un drama intimista de corte independiente donde básicamente los personajes hablan y no suceden demasiadas cosas interesantes.
La película con Matt Damon era mucho mejor porque tenía unos diálogos espectaculares y mejores actuaciones que esta.
Aquí nos tenemos que conformar con un Sean Connery en un papel que le viene un poquito pequeño. Aunque algo es algo.
El tema de las disquisiciones literarias no me llama la atención, y eso que soy un lector compulsivo. Y lo del baloncesto me sobra por completo.
La película, una vez arranca con el encuentro entre los dos personajes principales, se vuelve un poquito pesada.
No es que sea mala, que conste, pero me deja un poco indiferente, y no creo que sea muy adecuada para verla más de una única vez.
Si hubiera sido otro intérprete el que hiciera el papel de Connery, ni siquiera habría considerado verla.
Realmente creo que se mueve en el límite de lo bueno y lo malo.
Por cierto, están aquí los dos actores más importantes de “El nombre de la rosa”, pero por desgracia no llegan a tener una escena común en condiciones. Eso me habría gustado.