Eso es lo que parece este despropósito, que no es más que un mal plagio de "La semilla del diablo". Tras un principio levemente prometedor, al director le sale su vena más onírica a lo David Lynch y no hace más que mostrar psicodélicas imágenes absurdas. Al principio son las pesadillas de la protagonista, pero luego directamente la película no es más que un desfile de fotografías estrafalrias que van de artísticas.
No hay terror ni gore en ningún momento. Pero lo malo es que tampoco encontramos la intriga que sí tenía la clásica cinta de Roman Polanski.
Es mala a más no poder. Su escasísimo interés se esfuma cuando vemos esas patéticas representaciones del diablo o a un apartamento convertido en catedral a ritmo de Mozart.
La verdad es que odio las películas oníricas que van de listas pero que no tienen trasfondo y lo único que hacen es mostrarnos los desvaríos mentales del director.
En resumen, que es un bodrio.