Aquí tenemos la continuación directa de la miniserie con Stephen Dorff y Val Kilmer. Y es totalmente coherente y oficial, a pesar de encontrarnos, casi desde la primera escena, con el cambio radical del actor protagonista.
Cambiamos a Dorff por Stuart Townsend, pero, por lo menos, tiene justificación en la trama. Ya vimos que con estos conspiradores con tatuajes de números romanos, todo era posible, y tiene sentido el cambio de cara. Me alegro de que sea así, y que, guste o no la explicación, por lo menos la tenga. Los cambios de actores sin venir a cuento y porque sí, siempre me han parecido una tomadura de pelo. Todavía me duele la sustitución de Rachel Weisz por Maria Bello en la tercera parte de “La momia” (y lo mal que trataban de arreglarlo). Pero en esta serie, me vale perfectamente.
Por lo demás, es continuista y se mantiene en todos sus niveles de calidad aceptable. Tiene buen ritmo de acción, espionaje y trama política. Sigue con ciertos fallos de montaje y realización, con una cámara que no se está quieta en ocasiones (sobre todo en los “flashbacks”).
Pero vuelven los personajes secundarios y van solucionando todo lo que se quedó pendiente y parecía que se iba a quedar en el aire. A “XIII” le meten en muchas misiones, principalmente relacionadas con ese pasado que no recuerda, que hacen que la serie sea muy entretenida. Pero siempre, eso sí, sin ser una producción sobresaliente o demasiado destacable.
Saben simular bien que estén viajando constantemente por todo el mundo, aunque no parece que tengan el presupuesto para hacerlo de verdad.
Y no faltan los giros, traiciones y “cliffhangers” que consiguen enganchar al espectador.
En la segunda temporada introducen elementos de ciencia ficción con la trama de Nikola Tesla, pero es algo que no solo no me molesta, sino que me gusta.
No es ni más ni menos que un buen divertimento de acción sin pretensiones, que se deja ver muy bien.