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Reino Unido Reino Unido · Birmingham
Voto de Peaky Boy:
7
Drama. Comedia Jasmine, una mujer rica y glamourosa de la alta sociedad neoyorquina, se encuentra de repente sin dinero y sin casa. Decide entonces mudarse a San Francisco a vivir con su hermana Ginger, una mujer de clase trabajadora que vive con su novio en un pequeño apartamento. Jasmine, que atraviesa el momento más crítico de su vida, se dedica a tomar antidepresivos y a recordar su antigua vida en Manhattan. (FILMAFFINITY)
21 de octubre de 2013
19 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Regresa Woody Allen cumplidor a su cita anual con la terapia cinematográfica, y junto a él aparecen su público y crítica incondicionales que alaban todo lo que toca el neoyorquino, y sus más acérrimos detractores que pecan de todo lo contrario. Sí es cierto que, por más que le pese a cierta gente, Allen no ha vuelto a ser aquel genio del humor que, con Manhattan como fondo, ahondaba en la idiosincrasia de las relaciones amorosas a la vez que se desnudaba una y otra vez mostrando al público sus preocupaciones y obsesiones. Es difícil establecer un punto de inflexión en el trabajo del prolífico director, muchos opinan que fue la postrera colaboración con Mia Farrow, Maridos y Mujeres, 1992, la última de sus grandes obras, algo que no está nada mal ya que le otorgaría quince años, a una media de una película por año, en el podio de la cartelera mundial. Sin embargo los hay más generosos, entre los que nos incluimos, ampliando ese espectro cinco años más para no dejar fuera comedias de la talla de Misterioso asesinato en Manhattan, 1993, Balas sobre Broadway, 1994, o Desmontando a Harry, 1997. A partir de entonces las repeticiones en la trama, los triángulos amorosos y las hipocondríacas extravagancias dejaron de ser tan efectivas, cada película proporcionaba una sensación de déjà vu que no ha desaparecido en cada nuevo estreno del alter ego de Alvy Singer. Pero Allen siguió fiel a su estilo y consiguió crear una mirada muy particular de la cinematografía, como si de una terapia se tratase, él continuó abordando los mismos problemas una y otra vez, creando un reflejo de su persona muy característico en todas y cada una de sus obras, unas veces interpretado por él mismo, otras por un actor principal, un actor de reparto o un mero figurante como es el presente caso, reflejado en la aparición, al comienzo de la cinta, de la anciana que pacientemente escucha las interminables historias de la protagonista.
Asumiendo que no vamos a ver una obra maestra, un estreno de Allen se puede afrontar como una forma de criticar y lamentar la ausencia del talento y la imaginación de los que solía hacer gala, o, mucho más recomendable dado que hemos decidido de forma voluntaria pasar unas dos horas acompañados de una de sus películas, dejándonos llevar por las disparatadas situaciones, los estudios sociológicos de gente bastante desequilibrada, y divertirnos con un hombre que sabe perfectamente cómo conseguir hacer reír al espectador que muestre predisposición para ello. Algunas de las obras modernas del realizador, conseguirán mejor este efecto, y otras, por el contrario, serán algo más espesas.
Blue Jasmine, que supone el regreso de Allen a Nueva York tras su periplo europeo, se encuentra dentro de los “aciertos” de esta segunda etapa del director, al parecer el jugar en casa le ha dado ventaja escribiendo uno de los guiones más consistentes de los últimos años y trazando una de las historias que más se aleja de sus recientes productos. La narración de dos historias paralelas, una en el presente y otra en el pasado, mediante el uso de unos flashbacks muy bien conseguidos, aporta mucho dinamismo al filme que se ve reforzado por un diálogo atractivo dentro de un marco más dramático del que acostumbra, pero que pese a la seriedad de la trama, no pierde la esencia cómica gracias a unas actuaciones muy afortunadas, destacando el trabajo de la genial Cate Blanchett, en el papel de la mujer que afronta un cambio radical en su vida con una crisis nerviosa, y de Bobby Cannavale representando al excéntrico temperamental exaltado.
El dinero es el centro de la trama, mostrando la vacuidad, estupidez y dependencia que se desprende de las vidas de todo aquel que lo posee. Su ausencia, o al menos en grandes cantidades, sería la única manera de encontrar la felicidad. Jasmine es una mujer que paseaba tranquila por las tiendas de la quinta avenida, al margen de lo que ocurría en el mundo y en su propia familia, hasta que un día lo pierde todo, se queda sin casa, sin dinero y sin más lujos que un vuelo en primera clase a San Francisco donde la esperan su hermana, el novio de ésta, y un apartamento minúsculo en el que apenas tienen cabida sus maletas Loui Vuitton. Pronto comprenderá que el mundo laboral no está hecho para ella, su completa falta de aptitud le impide buscarse la vida en un momento donde las oportunidades no son fáciles para nadie. Hablando sola por las calles, con la mirada perdida en el horizonte mientras recuerda sus felices días en Los Hamptons, Jasmine está a punto de rendirse cuando una oportunidad aparece en forma de joven millonario. Con la poca energía que le queda e intentando controlar sus ataques nerviosos, opta por la que considera la alternativa más adecuada a sus necesidades, convertirse en lo que se conoce como una Gold Digger. Y así es como de la noche a la mañana se encuentra planificando una nueva vida de abundancia, sin la necesidad de pasar por el incómodo período de transición que toda relación implica, algo que parece un sueño hecho realidad y que sería perfecto de no ser por un factor que nunca se tiene en cuenta hasta que aparece sin previo aviso, el karma.
El español Javier Aguirresarobe plantea una profunda fotografiá, retratando los contrastes de las diferentes clases sociales que envuelven a la obstinada Jasmine, que no acepta la austeridad de su nueva vida y se niega a huir de los fantasmas de su ostentoso pasado, representados por medio de la melancólica canción Blue Moon.
Personal adaptación del drama de Tennessee Williams Un tranvía llamado deseo ya que, a pesar de no estar acreditado, presenta evidentes similitudes con la obra del prolífico dramaturgo. Sorprendente demostración de la habilidad de un director para dar vida a historias cotidianas, y de la facilidad para que sus directrices se vayan uniendo en fotogramas hasta dar como resultado aquello por lo que ha vivido, ya sea de manera obsesiva, compulsiva o romántica, durante más de cuarenta y cinco años; EL CINE.
Peaky Boy
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