Tusk es una comedia de terror sobre hombres, mujeres, morsas, leyendas de un viejo lobo de mar, perspicaces inspectores y la siempre divertida Canadá.

Kevin Smith dirige su película más bizarra. Había toques de locura en su filmografía, pero es en Tusk cuando descubre su vena más loca y, sin embargo, tal vez la más locuaz. El relato de Smith es ágil y aprovecha el ritmo que él mismo impone para saltar en el tiempo y el espacio (a pequeña escala) con fuerza. El cineasta de New Jersey nos presenta en Tusk una rara historia de cautiverio que tiene un fondo a lo Misery (Rob Reiner, 1990) y nos la muestra con cierto aire a Wes Anderson, omitiendo en este caso al narrador pero dejando un aroma en el aire similar pese a las distancias. Smith no hace que nos acojonemos ni que nos descojonemos, pero coloca durante muchos minutos en nuestras caras una risa, al principio casi por vergüenza, después por inquietud y, al final, por incredulidad. Otro de los puntos a favor del director es, precisamente, la capacidad de dar veracidad a un relato tan surrealista que en otras manos o con otro enfoque habría caído, sin duda, en el más espantoso de los ridículos desde el minuto uno. La puesta en escena es más que correcta y hay que darle a Kevin Smith mucho mérito por obrar el milagro y confeccionar con tino y con seriedad las escenas de tensión aunque formen parte de una película cuyo tono general es el humor. Salvando distancias, algo así como lo que pasa en Scream (Wes Craven, 1996). Chapeau para Smith.

Justin Long hace un buen trabajo exagerando lo necesario para dar cuerpo y alma a su personaje, que requiere de muchos y muy desgarbados tics. Haley Joel Osment, ese tipo corpulento que ha devorado al niño que un día fue, está bastante correcto en su poco exigente papel. Genesis Rodríguez tiene un par de escenas mirando a cámara más que notables y resuelve el resto de sus apariciones con calidad. Johnny Depp hace un trabajo bárbaro haciendo disminuir su ademán y adaptándolo a las necesidades de ese personaje mitad Inspector Clouseau mitad Hercules Poirot. Michael Parks es, sin duda, la gran estrella de la película puesto que sobre él recae tanto el hecho de dar seriedad a la locura reinante en el relato como la necesidad de dar veracidad, sirviendo de cimientos, a todo cuanto se construye a partir de él.

Resumiendo: Tusk es la mejor película de Kevin Smith en unos cuantos años. Puede que sea, junto a Jay y Bob el Silencioso contraatacan y Clerks II lo único que ha hecho en este milenio que nos recuerda por qué en su día fue considerado un director a tener en cuenta.