Vaya resaca es una comedia con aire de road movie en la que una guapa periodista se encuentra, tras marcharse de un bar con un apuesto joven, en una cantidad incontable de situaciones increíbles que acaban de la forma más imposible.

Steven Brill dirige como el culo Vaya resaca. El guion, que es suyo, es otro atentado. El punto de partida nos hace creer que podemos ver una comedia interesante y alocada, pero en lugar de eso entramos en un remolino de repeticiones con idéntico desarrollo y mismo final que acaban por convertir a la película en un safari con monos de escayola. Y cuando digo "acaban", me refiero a cuando todavía no hemos alcanzado el ecuador del metraje. La historia baila con golpes forzados, los personajes aparecen como puntos de paso a los que no se saca ningún jugo y, cuando llegamos al final, a Brill se la suda haber intentado hacer una comedia gamberra, porque el happy ending le parece necesario. Otra cosa a destacar (para mal, obviamente) de Brill es su inexplicable incapacidad para dar fluidez a las escenas, partiendo de unos planos a los que no se les encuentra sentido y finalizando en una idea de montaje bastante discutible.

Elizabeth Banks es la leche. Ella sola, porque está sola durante toda la película, consigue que la cosa casi se sostenga a pesar de que las líneas de diálogo son armas de destrucción masiva. En el humor visual, Banks es de las mejores hoy en día, puede que la mejor. James Marsden aporta su granito de arena con un trabajo bastante natural. Gillian Jacobs y Sarah Wright están mucho mejor que sus personajes, lo que podría aplicarse también a Ethan Suplee y Bill Burr. Ken Davitian, Lawrence Gilliard Jr y P.J. Byrne destacan entre los actores de reparto.

Resumiendo: Vaya resaca es una castaña bastante potente. Con un reparto a tan buen nivel, cualquier director con buenas maneras, sentido común o solamente dos dedos de frente podría haber montado un producto como mínimo entretenido. Pero ese, según parece, no es Steven Brill.