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España España · L'Olleria ( Valencia )
Voto de Grijander:
2
Terror. Fantástico Una mujer resulta herida en el tiroteo que se produce en un atraco a una galería de arte. Logra salvar su vida gracias a una piedra preciosa que encierra en su interior al monstruo Djinn. En libertad, el extraño ser adquiere forma humana y va absorbiendo las almas de todos los que le rodean. Una terrorífica pesadilla hecha realidad. (FILMAFFINITY)
24 de agosto de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mal nunca muere es el apellido de la segunda entrega de la saga Wishmaster. No son pocos los que consideran Wishmaster como una duología y que cierran la saga con esta película, ya que la tercera cambia incluso al actor que encarna al hombre de los deseos.

Jack Sholder dirige en esta ocasión y, como ya hizo Robert Kurtzmane en la primera, dedica su primer error a montar un batiburrillo de escenas sacadas de algunos clásicos de terror de la década de los 80 que encajan poco con un 1999, año de la película, en el que podíamos encontrar un salto visual tan importante como el que supuso la primera Matrix. Sholder, además, comete el mismo error que tuvo cuando dirigió la segunda entrega de Pesadilla en Elm Street, que no es otro que el de caricaturizar a su villano llevándolo hasta la parodia de sí mismo. La personalidad del Djinn es pura coña y se alimenta de que se encuentra con tipos a los que llamar "poco inteligentes" sería una salvajada, puesto que tienen lo suficiente para respirar, pero si tuviesen que compaginarlo con otra actividad complicada como, por ejemplo, caminar, morirían de un infarto cerebral. Todos los personajes son folios en blanco sin nada que aportar más allá de ir allanando el camino al "hombre de los deseos" y los diálogos se convierten en una tontería de niveles catastróficos que hace que Belén Esteban parezca Albert Einstein. Si nos centramos en la dirección, lo que vemos es una sucesión de planos que están ahí más por azar que por intención de mostrar algo y Sholder nos ofrece, además, un desarrollo que se basa en la reiteración hasta llegar al desenlace, donde da por bueno lo hecho por su predecesora y repite fórmula de forma descarada.

Andrew Divoff disfruta mucho de su papel de Djinn y en esta ocasión se pasa de rosca. Si su personaje ya es una caricatura de lo que fue en la primera (que tampoco es que fuese muy rico), Divoff lo lleva más al extremo, si cabe, y lo convierte en un villano ridículo. Holly Fields interpreta a la chica "buena" en esta ocasión y no me atrevo a valorar si lo hace bien o mal, puesto que apenas tiene que hacer algo mientras espera a que llegue el final de la película, aunque sí que puedo decir que cuando se le exige cierta expresividad podría dársele un aprobado que, sin embargo, no pasaría del suficiente. Chris Weber está ahí cumpliendo más o menos, sin esmerarse tampoco demasiado.

Resumiendo: Wishmaster 2 es incluso más mala que Wishmaster. Es mala con ganas. Se dedica a que sus "más" se centren en lo que hace menos, resultando que sumar un elemento positivo a uno negativo, resulta que el negativo aumente. Menos, mas más, es un menos mayor. Y así, con esa tontería ininteligible, me despido de la crítica de este bodrio que me he comido. Istmo.
Grijander
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