Una de las múltiples producciones de la factoría especializada en telefilmes, Hallmark, que ofrece lo que las señoras que están en sus casas, aburridas de cotilleos, buscan. Una película que se ve a la legua las intenciones que tiene, un más de lo mismo con mucho buenismo, música sonando constantemente y con gente súper feliz. Si esto lo aderezamos con toda la magia de la Navidad, el azúcar de lo que vemos en pantalla sube hasta límites no aptos para diabéticos. Además, contiene todos los clichés del género donde ya se sabe dónde va a acabar la chica que protagoniza la película. También hallamos los típicos valores de producción de este tipo de películas, que son de bajo presupuesto donde se usan mucho las mismas pantallas para situarnos en un lugar, como si no hubiera otra manera de pasar de fotograma. También el manejo tras las cámaras es poco exigente y la dirección casi igual por parte de un tal Jonathan Wright, director en nómina de Hallmark.

En cuanto al reparto, también es de baratillo. Algo típico. Destaca, sin embargo, la sincera interpretación de Alicia Witt (Twin Peaks: The Return) que es la cara más conocida de un elenco de calidad tirando a regulera (algo normal en estas películas) porque lo importante no es la actuación, si no lo acaramelada que sea la película de Hallmark. Es como si llegara el director y les dijera a sus actores: estad casi todo el rato sonriendo, que con eso nos vale. Pues pienso que no voy desencaminado. De todas formas, si existieran premios para películas Hallmark, esta sería una de las más nominadas, porque comparando con otras cintas de esta afrutada y edulcorada productora, El Destino se Equivocó es bastante superior que la media. Y a pesar de que hay momentos sosos e infantiles, se lo lleva por contar una historia con un principio diferente a lo visto ya (aunque al final sea un más de lo mismo).