Daniel Johnston no cantaba bien ni rematadamente de lejos; tampoco tocaba siquiera correctamente la guitarra; ni el piano... No ha sido nunca un virtuoso de ningún instrumento. Sin embargo lo mejor que puede decirse de él siempre será sobre su obra musical; aunque suene a contradicción...


La vida de Daniel está profundamente marcada por la enfermedad mental desde casi niño; vive en una familia con profundas creencias católicas y es un chaval alegre y creativo que a veces tiene que luchar contra un trastorno bipolar. Más tarde, en su adolescencia, se agravaría dicho problema y derivaría en tendencias maníaco-depresivas; y en delirios y profundos trastornos mentales provocados por toda una vida de incomprensión y por una lucha permanente contra sus infiernos. (También por sus flirteos con las drogas, todo hay que decirlo; las prescritas y las ilegales).

Y en este documental, echando mano de material casero grabado por el propio Daniel, y por familiares y amigos, se nos cuenta la tortuosa vida de una persona que necesitaba contarnos en los minutos que durase una canción cosas tan cotidianas como, un obsesivo amor no alcanzado; sus miedos, sus ilusiones... todo lo que su cabeza y su corazón sentían y veían... tanto en el mundo "real", como en su mundo "paralelo"; ese mundo que terminó por dominarlo hasta el punto de hacerle creer que Satán hablaba con él, o que era un enviado divino de Dios... un mundo que por formar parte de sus delirios también le era cotidiano.

Todo eso está reflejado en esta cinta; en sus canciones, en sus dibujos, en toda una obra que más tarde se convertiría en mito ... en toda una vída que se convirtió más tarde en un mito... En un Daniel Johnston que quiso ser ese mito, y que, mediante tortuosos e inconscientes caminos (incluidos hospitales mentales) lo ha conseguido; aunque sea un mito puramente Underground...

Realmente me ha conseguido emocionar este documental, pocas veces he oído unas canciones tan... "tan sin piel"...; se lo recomiendo especialmente a cualquier amante de la música y de las pequeñas historias; también a los que ya no crean que aún exista el artista "puro", ese que no transforma siempre por norma un sentimiento en un acto de comercio.

Acérquense al menos una vez a Daniel Johnston en su vida... Y disfruten de estas casi dos horas de cine.