Como sabemos, hay distintas versiones de psicópatas, pero los que confunden más con su presencia son aquellos que han logrado canalizar su psicopatía cumpliendo roles sociales supuestamente "necesarios". Así, por ejemplo, el torturador, el verdugo o el soldado tipo Rambo que prefiere ir a una guerra antes que aburrirse en su casa, ponen de manifiesto su psicopatía sin tapujos ya que no sólo nadie los reprende por sus aberrantes crímenes sino que hasta los condecoran. Ahora, los psicópatas "socializados" tienen un nuevo rubro donde ejercer sus abominaciones: la eutanasia. Ser un eutanasista no es para cualquiera: se requiere de tener cierto goce en matar y ver morir al otro, goce del que se aseguran sosteniéndole la mano hasta que la vida escapa de ese cuerpo con un último suspiro. En este caso tenemos a un eutanasista pero de animales, quien con su "buen corazón" ya perdió la cuenta de a cuántos envió al otro mundo. Por supuesto que los que realizaron esta película no tenían ni idea de lo que estoy diciendo y deben creer que han hecho un film dedicado a enaltecer la labor de tan buen hombre, y eso es lo que asusta más: cineastas que no saben lo que están filmando para un público que no sabe lo que está viendo. Tengo la esperanza de que esta crítica les sirva de guía a aquellos que van a invertir una hora y media de su precioso tiempo en ver esta obra, la que sólo es interesante bajo esta perspectiva.