Ni el guión, ni las actuaciones, ni el resto de la película dan para más. Se trata sólamente de pasar un rato agradable aceptando situaciones más bien exageradas sin darle más vueltas a su verorimilitud.

La pena es que el sonoro es muy deficiente. A la mayoría de las películas argentinas les pasa que, por hablar los actores con su deje bonaerense característico, se producen unos altibajos de volumen en los que es difícil entender bien lo que dicen. Pero en esta película, al menos en la versión que yo he visionado en una cadena de televisión, el fenómeno es tan llamativo que había que estar continuamente con el mando a distancia en la mano subiendo y bajando el volumen del televisor.