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Voto de criticonstructivo:
5
Thriller Sandra ha madrugado, a pesar de las quejas de Álvaro (su novio), porque tiene una reunión de trabajo a la que irá con Jorge, un compañero de trabajo. El trayecto apunta ser apacible, pero las cosas pocas veces suceden como esperamos y en ocasiones la mitad del camino se convierte en el comienzo de una historia diferente. Sandra y Jorge nunca llegarán a la reunión. (FILMAFFINITY)

29 de noviembre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La experiencia de ver de una película como esta, creada con un presupuesto limitado, tan claustrofóbica y centrada en un solo escenario, ya es de por sí considerablemente diferente a la que nos aporta la mayor parte del cine que habitualmente consumimos. Si a esto se añade que uno ha estado bastantes veces físicamente en el lugar donde se desarrollan la mayor parte de las escenas, conoce bien gran parte de los entornos circundantes también reflejados en la película, tiene un tipo de trabajo similar al de los protagonistas, y una edad parecida, y se le añade un visionado de madrugada, en línea con el horario de la propia película, la vivencia se convierte en algo aún más personal. La atmósfera del silencio nocturno, de los madrugones o los trasnoches, de las luces urbanas de un entorno geográfico bien conocido, los túneles, los trayectos en coche y conversaciones, el ir y venir de mensajes en los móviles… trae un conjunto de sensaciones nocturnas muy familiares, esa sensación del insomne o madrugador en medio de la ciudad dormida. Son sensaciones diversas y disfrutables en la primera parte de la película y adquieren tintes más opresivos desde el momento en que la película aterriza de repente en el que va a ser su escenario principal. Uno hubiera preferido seguir sabiendo más de la peculiar y por momentos cómica relación de los protagonistas, pero pronto la película se transforma en otra cosa.

La sensación es que la idea central de la película es aprovechar al máximo un presupuesto y escenario mínimo para generar (y estirar) la mayor tensión posible. Al principio, esta fase de tensión y suspense obliga al espectador a intentar encontrar conexiones con la situación personal de los protagonistas, que expliquen cómo y por qué se ha podido llegar a la nueva situación de tensión. Después, ese elemento intrigante se va olvidando y los objetos cobran protagonismo. El diálogo de dos actores con registros interesantes da paso a una situación en la que uno de ellos cambia completamente de rol al verse atrapado en una situación límite como las que a todos algún día pueden sucedernos, sacándonos del “yo” que conocemos habitualmente. El resultado no es afortunado, y en parte es culpa del actor, pero también de la situación encorsetada y tensa en que se ve inmerso, donde se pierde prácticamente del todo el aliciente de los diálogos (que luego resultan ásperos, inconexos y a ratos absurdos, cada vez que, de vez en cuando, reaparecen), las limitaciones de espacio, que más que aportar al realismo de la situación claustrofóbica nos remiten a sensaciones del prosaico sinsentido de los objetos materiales. Esto sucede sin conseguir los simbolismos y patetismos que aporta esa cotidianeidad de la sociedad de consumo cuando se ve grotescamente trastocada en trágica por algún hecho violento, recursos que en pequeñas dosis a veces resultan interesantes y significativos en otras películas de este estilo. Se abusa de esta vacuedad cotidiana de los objetos de manera bastante cargante –también lo es la banda sonora, pero pasa más desapercibida que lo anterior-.

También pesa en contra seguramente el hecho de que el aspecto físico del actor no cuadra con el tipo de actor o actriz que solemos ver inmerso en este tipo de situaciones en thrillers, películas de terror o similares. Este actor tiene también unos rasgos faciales muy rotundos –yo diría que más propios del típico secundario de comedia española- que añadidos a la tensión y el sufrimiento, y a la constante presencia de los sórdidos objetos cotidianos, muertos de asco en medio de la nocturnidad, resultan en una sensación de extrañeza y a ratos de comicidad inoportuna. El patetismo y ansiedad crece a medida que desfilan los elementos materiales que el protagonista intenta utilizar a su favor, y que “no obedecen”, debido a las graves limitaciones en las que el protagonista se encuentra.

La mezcla entre el tremendismo trágico de determinados hechos, por momentos cargado de verosimilitud (no tanto por lo conseguido de las imágenes sino por lo bien que sabemos que este tipo de situaciones de tensión –o similares, aunque no tan forzadas- suceden a menudo en el mundo de hoy) y el micro-patetismo de agónica comicidad en este bucle de recursos (que son recursos fílmicos del director a la par que recursos del protagonista para salir de la situación que se le plantea) genera una contradicción algo absurda, que en esta película no funciona adecuadamente. El director despliega recursos fílmicos con pocos recursos materiales y técnicos, que probablemente merecerán a ratos valoraciones positivas por parte de profesionales del cine, pero resultan algo asfixiantes para el espectador. La iluminación resulta visualmente desagradable, mientras que cuando esta casi no existe, se produce otro efecto negativo como es el refuerzo del adormecimiento en diversas fases, a lo cual no ayudan algunos movimientos de cámara bastante mareantes. Los personajes secundarios resultan considerablemente patéticos, y generan desagrado más que interés.

En la recta final se produce un nuevo hecho clave que explica en parte cómo se gestó la situación de tensión, pero sin dar una solución concluyente, de modo que vuelve el espectador a analizar la situación quedando en un decepcionante punto muerto por falta de datos coherentes. Lo mismo sucede con los hechos finales, que no obstante sí que abren la puerta a una reflexión amarga y pesimista, de cierto interés, que podemos vincular con la a día de hoy cada vez más habitual situación personal y emocional contradictoria e incómoda en que viven los protagonistas.
criticonstructivo
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