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Voto de Miquel:
8
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Drama
Realista narración sobre la vida de los habitantes de un edificio en un barrio pobre y la desesperación de los jóvenes por salir de él, tratando de evitar los conflictos que provocan el adulterio o las relaciones clandestinas. Los diferentes enfrentamientos cambiarán la vida de sus protagonistas para siempre. (FILMAFFINITY)
8 de diciembre de 2011
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama coral realizado por King Vidor (1894-1982) (“Duelo al sol”, “El manantial”). Adapta la obra de teatro “Street Scene” (1929), de Elmer Rice, ganadora del premio Pulitzer de teatro de 1929, según guión del propio Rice. Estrenada en Broadway en enero de 1929, obtiene gran éxito y alcanza las 601 representaciones. Se rueda en NYC con un presupuesto estimado (IMDb) de 584.000 USD. Producido por Samuel Goldwyn para The Samuel Goldwyn Company, se estrena el 26-VIII-1931 (NYC, NY).
La acción dramática se desarrolla en el Lower East Side neoyorquino, en 1931, durante 24 horas, divididas en una tarde y la mañana siguiente de unos calurosos días de agosto. A través de una galería de personajes arquetípicos y entrañables, analiza las historias, vivencias, problemas, conflictos, debilidades y ambiciones de una población de orígenes europeos diferentes (rusos, irlandeses, italianos, nórdicos, alemanes, etc.), en los tiempos difíciles de la Gran Depresión.
La película aporta un interesante retrato de época de Nueva York, de los primeros años 30, con sus rascacielos (el Chrysler Building…), tranvías, coches, ambulancias, furgones policiales, indumentaria, sombreros de galleta, curiosos tocados femeninos, niños que juegan en la calle, conversaciones de vecinos en las aceras y desde las ventanas, etc. La descripción es minuciosa y se presenta cuidada hasta el último detalle, como siempre gustó al realizador. Hilvana una sucesión de cuadros costumbristas, vigorosamente realistas, que retienen la atención, entretienen y complacen. La suma de los mismos compone un conjunto que supera la anécdota para reflejar una realidad que quiere ser general. El resultado es una obra encantadora y deliciosa, que conmueve y fascina.
Realizado antes de la entrada en vigor del ominoso Código Hayes, el film hace uso de un lenguaje directo y claro, que permite tratar sin circunloquios temas como la infidelidad, el adulterio, el matrimonio interracial, el alcoholismo juvenil, el machismo, el deseo, las frustraciones personales, la intolerancia y otros, que se exponen desde la observación sin prejuicios y sin juicios de valor añadidos. El relato respira autenticidad, verismo y transparencia, hecho que le confiere un atractivo perdurable.
Los principales protagonistas son Frank (Landau), irlandés, rudo, autoritario, desconsiderado y machista; Vincent Jones (McHugh), presumido, pendenciero y bravucón; Sam Kaplan (Collier), estudiante de derecho, enamorado de la chica, judío de origen ruso; Rose Maurrant (Sydney), joven, guapa, inexperta, que trabaja como administrativa en una oficina.
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La acción dramática se desarrolla en el Lower East Side neoyorquino, en 1931, durante 24 horas, divididas en una tarde y la mañana siguiente de unos calurosos días de agosto. A través de una galería de personajes arquetípicos y entrañables, analiza las historias, vivencias, problemas, conflictos, debilidades y ambiciones de una población de orígenes europeos diferentes (rusos, irlandeses, italianos, nórdicos, alemanes, etc.), en los tiempos difíciles de la Gran Depresión.
La película aporta un interesante retrato de época de Nueva York, de los primeros años 30, con sus rascacielos (el Chrysler Building…), tranvías, coches, ambulancias, furgones policiales, indumentaria, sombreros de galleta, curiosos tocados femeninos, niños que juegan en la calle, conversaciones de vecinos en las aceras y desde las ventanas, etc. La descripción es minuciosa y se presenta cuidada hasta el último detalle, como siempre gustó al realizador. Hilvana una sucesión de cuadros costumbristas, vigorosamente realistas, que retienen la atención, entretienen y complacen. La suma de los mismos compone un conjunto que supera la anécdota para reflejar una realidad que quiere ser general. El resultado es una obra encantadora y deliciosa, que conmueve y fascina.
Realizado antes de la entrada en vigor del ominoso Código Hayes, el film hace uso de un lenguaje directo y claro, que permite tratar sin circunloquios temas como la infidelidad, el adulterio, el matrimonio interracial, el alcoholismo juvenil, el machismo, el deseo, las frustraciones personales, la intolerancia y otros, que se exponen desde la observación sin prejuicios y sin juicios de valor añadidos. El relato respira autenticidad, verismo y transparencia, hecho que le confiere un atractivo perdurable.
Los principales protagonistas son Frank (Landau), irlandés, rudo, autoritario, desconsiderado y machista; Vincent Jones (McHugh), presumido, pendenciero y bravucón; Sam Kaplan (Collier), estudiante de derecho, enamorado de la chica, judío de origen ruso; Rose Maurrant (Sydney), joven, guapa, inexperta, que trabaja como administrativa en una oficina.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
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Se añaden tipos populares, como la americana maltratada por el marido, que busca cariño y consuelo en brazos de un casado; el repartidor de leche oportunista; el italiano que canta ópera y quiere tener muchos hijos; el jefe que trata de seducir a la empleada ingenua; la vecina desocupada e indolente (Bondi), que siente debilidad por los chismes y murmuraciones; el sindicalista que echa sermones anticapitalistas, etc.
El humor se hace presente a través de una ironía sutil, festiva y penetrante, que salpica el relato con escenas como la conversación del policía con dos niñeras de otro barrio, la aglomeración de curiosos ante la casa, el colapso de la circulación rodada y otras.
La banda sonora, de Alfred Newman, combina cortes de música culta (Mendelsshon, Chopin…), canciones tradicionales (“The Farmer in the Doll”) y composiciones de autores del momento (“Rapsody in Blue”, de Gershwin), que amplifican, contextualizan y explican las emociones del relato.
La fotografía, de George Barnes y Gregg Toland, se erige en el principal recurso narrativo de una historia que se contempla siempre desde el exterior de la casa de vecinos, en la calle y frente a la fachada del edificio. La sucesión de encuadres y movimientos de cámara permite sumar gran variedad de tomas que trasmiten plasticidad y dinamismo al relato. Con la ayuda de imágenes se explican muchas cosas sin palabras, como la conmoción de la multitud, el desgarro de la muchacha, la indisciplina del chaval, los miedos y temores de la familia judía, etc. Sobresalen varios travellings aéreos de gran belleza, acompañados de planos picados, contrapicados, elevados y primeros planos que componen una delicia visual, fruto de un extraordinario trabajo de cámara.
Se añaden tipos populares, como la americana maltratada por el marido, que busca cariño y consuelo en brazos de un casado; el repartidor de leche oportunista; el italiano que canta ópera y quiere tener muchos hijos; el jefe que trata de seducir a la empleada ingenua; la vecina desocupada e indolente (Bondi), que siente debilidad por los chismes y murmuraciones; el sindicalista que echa sermones anticapitalistas, etc.
El humor se hace presente a través de una ironía sutil, festiva y penetrante, que salpica el relato con escenas como la conversación del policía con dos niñeras de otro barrio, la aglomeración de curiosos ante la casa, el colapso de la circulación rodada y otras.
La banda sonora, de Alfred Newman, combina cortes de música culta (Mendelsshon, Chopin…), canciones tradicionales (“The Farmer in the Doll”) y composiciones de autores del momento (“Rapsody in Blue”, de Gershwin), que amplifican, contextualizan y explican las emociones del relato.
La fotografía, de George Barnes y Gregg Toland, se erige en el principal recurso narrativo de una historia que se contempla siempre desde el exterior de la casa de vecinos, en la calle y frente a la fachada del edificio. La sucesión de encuadres y movimientos de cámara permite sumar gran variedad de tomas que trasmiten plasticidad y dinamismo al relato. Con la ayuda de imágenes se explican muchas cosas sin palabras, como la conmoción de la multitud, el desgarro de la muchacha, la indisciplina del chaval, los miedos y temores de la familia judía, etc. Sobresalen varios travellings aéreos de gran belleza, acompañados de planos picados, contrapicados, elevados y primeros planos que componen una delicia visual, fruto de un extraordinario trabajo de cámara.