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España España · Palma (Mallorca)
Voto de Miquel:
8
Drama El rodaje de una película en la pequeña localidad kurdo-iraní de Siah Dareh provocará una pequeña revolución entre los habitantes del pueblo, convencidos de que los miembros del rodaje son en realidad buscadores de un tesoro que se halla en el cementerio local. (FILMAFFINITY)
31 de marzo de 2006
39 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escrita, montada, coproducida y dirigida por Abbas Kiarostami, se rodó en Siah Dareh, aldea del Kurdistán iraní, a 700 km. de Teherán. El título es el de un poema de Foraugh Farrokhzad (1935-1967). Nominada a 4 premios del Festival de Venecia, obtuvo 3: mejor película, FRIPESCI y el Gran Premio del Jurado.

La acción tiene lugar durante un mes, aproximadamente, de 1999 en Siah Dareh. Narra la historia del ingeniero Behzad Dourani, jefe de un grupo de 3 técnicos de cine, que acuden al lugar para filmar una ceremonia fúnebre. La agonía de la enferma terminal, la Sra. Maleba, postrada en cama, se prolonga, mientras los técnicos se ven inmersos en una larga espera.

La película es un canto a la vida, que traspira naturalidad y poesía. El realizador desarrolla un bonito discurso sobre el valor de la vida, inmensamente rica como fuente de gozo y satisfacción. El valor de la vida se define por contraste con la muerte, que evocan el cementerio, el fémur que encuentran al construir una zanja, la larga espera de la muerte, el proyecto de filmación de una ceremonia fúnebre, la vejez avanzada del Sr. Machi, etc. Su exaltación se construye con elementos tan vivos como la discusión entre la mujer que sirve tés y el marido indolente, la descripción de la carga de trabajo de una jornada laboral, el descanso de varios hombres ante una taza de té, la tortuga que avanza lentamente y que recupera la posición natural cuando la ponen boca arriba, la presencia del médico que lleva en la moto un botiquín lleno de remedios, el niño, la escuela, etc. La película pone en relación las costumbres antiguas y la vida modesta de los aldeanos con los símbolos opulentos de la vida moderna (cine, móvil, todoterreno). Al mismso tiempo elogia la calma de la aldea y la sabiduría popular frente a la impaciencia de los técnicos y los fallos de los instumentos occidentales modernos. Son escenas de gran belleza la de la cueva en la que una joven ordeña una vaca mientras el ingeniero recita versos de un poema, la de la tortuga, la del fémur humano arrastrado por la corriente viva de un riachelo.

La música, de aire tradicional y étnico, refuerza el clima de sosiego, austeridad y paz de la aldea. La fotografía resalta los paisajes inmensos del lugar, el dorado de las mieses, los ocres del camino, los tierras de las casas y los grises del conjunto de la aldea. El guión hace bellas elipsis en busca de una economía de medios que subraya la de la aldea y los aldeanos. Los diálogos son de gran sencillez y de sugestiva ingenuidad. El relato se mueve en una zona intermedia entre el documental y la ficción. La interpretación, a cargo de actores no profesionales, salvo la del ingeniero Behzad (Behzad Dourani), desborda naturalidad. La dirección olvida los cánones del cine occidental, a la búsqueda de una narrativa reposada, contemplativa y reflexiva, de trazos orientales.

La película destila encanto y lirismo. Invita a la reflexión y a la relativización de los cánones occidentales.
Miquel
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