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Voto de Miquel:
7
11 de junio de 2009
27 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las mejores comedias del realizador americano Richard Quine (1920-1989), director de “Cómo matar a la propia esposa”, 1968. El guión, escrito por Larry Gelbart y Blake Edwards, adapta el relato breve “The Notorius Tenant” (Colliers Magazine, 1956), de Marguery Sharp. El film se rueda en Columbia Studios (Hollywood, CA) con algunas tomas directas de exteriores de Londres (Paddington Station, Embajada de EEUU, Trafalgar Square, Scotland Yard, Piccadilly Circus, etc.). Producido por Fred Colmar (“Picnic”, Logan, 1955), para Fred Colmar-Richard Quine Productions, se estrena en abril de 1962.
La acción dramática tiene lugar en Londres a lo largo de varias semanas en 1861/62 con un epílogo en la costa de Wessex (SO de Inglaterra). La fría y enigmática Carlyle “Carly” Hardwicke (Novak), viuda, sola, vestida de negro, rubia, sospechosa de haber envenenado a su marido, desea alquilar una habitación de la lujosa mansión en la que vive en el elegante barrio de Mayfair (West London, Westminster), a un matrimonio, para complementar sus ingresos. El joven diplomático norteamericano recién llegado a Londres William “Bill” Gridley (Lemmon), desenvuelto, bastante distraído y algo presumido (acaba de comprarse un bastón y un bombín), buen cocinero, consigue cerrar el contrato de alquiler con derecho a cocina. Ella es sexy, seria, reservada, de mirada felina, fría, poderosamente atractiva, retraída, elegante, misteriosa e inocente. Bill es extrovertido, alegre, simpático, soltero y enamoradizo.
El film suma comedia misterio, romance y thriller. Como comedia combina elementos de comedia negra, disparatada y de suspense. Quine y Blake Edward habían colaborado en la elaboración de 7 guiones, si bien en esta su octava colaboración el guión es de Edwards y Larry Gelbart. Novak es la musa de Quine, de la que está enamorado sin ser correspondido. La dirige en 4 ocasiones: “La casa nº 322” (1954), “Me enamoré de una bruja” (1958), “Un extraño en mi vida” (1960) y “La misteriosa dama de negro” (1962). En todas loas casos la muestra espléndida y resplandeciente. Lemmon cumple su cuarta colaboración con Quine y, como en las anteriores, hace el papel de un hombre corriente que, a medida que comprueba las suspicacias que levanta la muchacha entre las vecinas y la sospechas que la policía tiene sobre ella va entrando en una espiral imprevista de inquietud.
Se advierte la comodidad y la satisfacción con que trabaja Quine junto a sus dos actores preferidos y sobre un guión de Edwards. Consigue trasmitir a la acción una soltura y ligereza que constituyen uno de los principales atractivos del film. Compagina con habilidad un doble movimiento en sentido contrario: el de la creciente inquietud del enamorado Gridley y el del progresivo enamoramiento de la gélida Carly. El doble moviendo, bien dosificado, aporta intensidad, profundidad y densidad a la acción.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
La acción dramática tiene lugar en Londres a lo largo de varias semanas en 1861/62 con un epílogo en la costa de Wessex (SO de Inglaterra). La fría y enigmática Carlyle “Carly” Hardwicke (Novak), viuda, sola, vestida de negro, rubia, sospechosa de haber envenenado a su marido, desea alquilar una habitación de la lujosa mansión en la que vive en el elegante barrio de Mayfair (West London, Westminster), a un matrimonio, para complementar sus ingresos. El joven diplomático norteamericano recién llegado a Londres William “Bill” Gridley (Lemmon), desenvuelto, bastante distraído y algo presumido (acaba de comprarse un bastón y un bombín), buen cocinero, consigue cerrar el contrato de alquiler con derecho a cocina. Ella es sexy, seria, reservada, de mirada felina, fría, poderosamente atractiva, retraída, elegante, misteriosa e inocente. Bill es extrovertido, alegre, simpático, soltero y enamoradizo.
El film suma comedia misterio, romance y thriller. Como comedia combina elementos de comedia negra, disparatada y de suspense. Quine y Blake Edward habían colaborado en la elaboración de 7 guiones, si bien en esta su octava colaboración el guión es de Edwards y Larry Gelbart. Novak es la musa de Quine, de la que está enamorado sin ser correspondido. La dirige en 4 ocasiones: “La casa nº 322” (1954), “Me enamoré de una bruja” (1958), “Un extraño en mi vida” (1960) y “La misteriosa dama de negro” (1962). En todas loas casos la muestra espléndida y resplandeciente. Lemmon cumple su cuarta colaboración con Quine y, como en las anteriores, hace el papel de un hombre corriente que, a medida que comprueba las suspicacias que levanta la muchacha entre las vecinas y la sospechas que la policía tiene sobre ella va entrando en una espiral imprevista de inquietud.
Se advierte la comodidad y la satisfacción con que trabaja Quine junto a sus dos actores preferidos y sobre un guión de Edwards. Consigue trasmitir a la acción una soltura y ligereza que constituyen uno de los principales atractivos del film. Compagina con habilidad un doble movimiento en sentido contrario: el de la creciente inquietud del enamorado Gridley y el del progresivo enamoramiento de la gélida Carly. El doble moviendo, bien dosificado, aporta intensidad, profundidad y densidad a la acción.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Por lo demás, la cinta presenta una combinación de ritmos y cadencias, basados en los movimientos de los personajes en plano, que confieren a la cinta unas cadencias y armonías que han llevado a algunos expertos a calificar la obra de musical sin danza. La suma de los ritmos de la banda sonora y los movimientos de los actores producen la sensación en el espectador de asistir a un musical en el que los personajes se mueven y vibran como si danzaran en realidad.
Es notable la habilidosa acumulación de elementos que dan vida a la atmósfera de suspense y miedo mediante recursos como la música del órgano que toca Carly entrada la noche, el armario cerrado, las pistola que aparece en un cajón, la presunción de que Carly tiene arsénico en la cocina, la niebla de las calles y otros detalles hitchcockianos, tratados con fuerza y rigor.
El humor se basa en excentricidades, situaciones absurdas, sospechas, recelos, vigilancias de los vecinos, despropósitos, citas irónicas y algunas burlas. En varias ocasiones el objeto de burla es el propio Hitchcock, cuya afición manifiesta por los ferrocarriles en marcha es correspondida con el paso por un puente elevado de un tren larguísimo, y su afición por algunos coches confortables y deportivos es parodiada con la presencia de más de 17 vehículos de estas característica o similares (Aston Martin, 3 Jaguar, 4 Austin, Cadillac, MG, Morris, Rolls-Royce, Triumph, etc.)
En conjunto la obra luce sutilezas hilarantes, un buen nivel de cohesión interna, un acabado esmerado, un trabajo bien conseguido y un final vibrante y magnífico, que se separa con acierto del ambiente de la ciudad de Londres y se sitúa en una explanada junto al mar.
La banda sonora, de George Dunning (“Me enamoré de una bruja”, 1958), desgrana una partitura ligera, rítmica y pegadiza, que contribuye eficazmente a dar al film, en especial en su último tercio, la apariencia de musical que exalta el amor y el suspense. Como música añadida, ofrece dos composiciones notables: “A Foggy Day (in London Town)”, de George Gershwin, y “Melody Major General”, fragmento de “Piratas de la Provenza”, de Gilbert y Sullivan, a cargo de la banda del Wessex Hotel. La fotografía, de Arthur E. Arling ("Confidencias a medianoche", Gorinck, 1959), en B/N, exalta la imagen de Novak, subraya su mirada singular y su erotismo inaccesible. Dibuja con habilidad el humor gestual de Lemmon.
Cf. José Mª. Latorre, "La misteriosa dama de negro", Dirigido por, nº 390, pág. 92, junio 2009
Es notable la habilidosa acumulación de elementos que dan vida a la atmósfera de suspense y miedo mediante recursos como la música del órgano que toca Carly entrada la noche, el armario cerrado, las pistola que aparece en un cajón, la presunción de que Carly tiene arsénico en la cocina, la niebla de las calles y otros detalles hitchcockianos, tratados con fuerza y rigor.
El humor se basa en excentricidades, situaciones absurdas, sospechas, recelos, vigilancias de los vecinos, despropósitos, citas irónicas y algunas burlas. En varias ocasiones el objeto de burla es el propio Hitchcock, cuya afición manifiesta por los ferrocarriles en marcha es correspondida con el paso por un puente elevado de un tren larguísimo, y su afición por algunos coches confortables y deportivos es parodiada con la presencia de más de 17 vehículos de estas característica o similares (Aston Martin, 3 Jaguar, 4 Austin, Cadillac, MG, Morris, Rolls-Royce, Triumph, etc.)
En conjunto la obra luce sutilezas hilarantes, un buen nivel de cohesión interna, un acabado esmerado, un trabajo bien conseguido y un final vibrante y magnífico, que se separa con acierto del ambiente de la ciudad de Londres y se sitúa en una explanada junto al mar.
La banda sonora, de George Dunning (“Me enamoré de una bruja”, 1958), desgrana una partitura ligera, rítmica y pegadiza, que contribuye eficazmente a dar al film, en especial en su último tercio, la apariencia de musical que exalta el amor y el suspense. Como música añadida, ofrece dos composiciones notables: “A Foggy Day (in London Town)”, de George Gershwin, y “Melody Major General”, fragmento de “Piratas de la Provenza”, de Gilbert y Sullivan, a cargo de la banda del Wessex Hotel. La fotografía, de Arthur E. Arling ("Confidencias a medianoche", Gorinck, 1959), en B/N, exalta la imagen de Novak, subraya su mirada singular y su erotismo inaccesible. Dibuja con habilidad el humor gestual de Lemmon.
Cf. José Mª. Latorre, "La misteriosa dama de negro", Dirigido por, nº 390, pág. 92, junio 2009