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Cine negro. Drama
El jefe de una importante organización criminal es sospechoso de fraude fiscal. El agente del Tesoro Frank Warren y su compañero necesitan apoderarse de sus libros de contabilidad para poder acusarlo de evasión de impuestos. (FILMAFFINITY)
28 de abril de 2011
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film de cine negro y policíaco realizado por Joseph H. Lewis (1907-2000) (“El demonio de las armas”, 1950). Escriben el guión Sydney Boehman y Jack Rubin, con la colaboración de Melvin Wald en los diálogos, inspirándose en el artículo “Undercover Man: He Trapped Capone”, de Frank J. Wilson. Se rueda en escenarios naturales (playa de Malibú, campiña de California, paisajes urbanos, etc.) y en los platós de Columbia Studios (Hollywood, L.A., CA) con un presupuesto aproximado de 1 M USD. Producido por Robert Rossen para Columbia Pictures, se proyecta por primera vez en público el 20-IV-1949.
La acción dramática tiene lugar en Chicago (Illinois) con dos desplazamientos breves, uno a Tower City y otro a California, en los últimos años 40 del s. XX. La narración se desarrolla en un estilo documentalista y realista, que confiere al film una atractiva apariencia de verismo. Se basa en hechos reales convenientemente tamizados por el uso de la ficción, que evita referencias explícitas a personas. La violencia presente en el relato es tratada con contención y desde la distancia, sin perjuicio de mostrar en más de una ocasión los desgarros de dolor que produce en las personas del entorno familiar y de amistad de las víctimas. En ocasiones presenta referencias visuales simbólicas (cucurucho de palomitas), substitución de imágenes por explicaciones verbales y gestuales, refuerzo de los sentimientos de angustia mediante el manejo de las aglomeraciones humanas. En dos casos encuadra a las víctimas en posición íncuba, mostrando las suelas del calzado. Explica con claridad y contundencia la implacable crueldad con la que los mafiosos castigan a los que contravienen las reglas del silencio que impone el crimen organizado.
Los protagonistas del film son personas corrientes, de dimensiones y características humanas, que se fatigan, desmoralizan, sufren, son presa de temores, angustias y sentimientos contradictorios. Como es habitual en los trabajos de Rossen la mujer es más fuerte y resistente que el hombre, al que le da apoyo para superar los momentos de desánimo y fuerzas para seguir adelante. La descripción de la corrupción presente en prácticamente todos los ámbitos de la sociedad (policía, jurados, judicatura, testigos, etc.) se presenta construida con acierto, riqueza de detalles y notable fuerza descriptiva. La atención que le dedica Rossen se inspira en su rechazo, la denuncia de su extensión, la glosa de la debilidad humana, la fuerza de la codicia de los seres humanos y la insuficiencia de los mecanismos públicos de defensa frente a ella.
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La acción dramática tiene lugar en Chicago (Illinois) con dos desplazamientos breves, uno a Tower City y otro a California, en los últimos años 40 del s. XX. La narración se desarrolla en un estilo documentalista y realista, que confiere al film una atractiva apariencia de verismo. Se basa en hechos reales convenientemente tamizados por el uso de la ficción, que evita referencias explícitas a personas. La violencia presente en el relato es tratada con contención y desde la distancia, sin perjuicio de mostrar en más de una ocasión los desgarros de dolor que produce en las personas del entorno familiar y de amistad de las víctimas. En ocasiones presenta referencias visuales simbólicas (cucurucho de palomitas), substitución de imágenes por explicaciones verbales y gestuales, refuerzo de los sentimientos de angustia mediante el manejo de las aglomeraciones humanas. En dos casos encuadra a las víctimas en posición íncuba, mostrando las suelas del calzado. Explica con claridad y contundencia la implacable crueldad con la que los mafiosos castigan a los que contravienen las reglas del silencio que impone el crimen organizado.
Los protagonistas del film son personas corrientes, de dimensiones y características humanas, que se fatigan, desmoralizan, sufren, son presa de temores, angustias y sentimientos contradictorios. Como es habitual en los trabajos de Rossen la mujer es más fuerte y resistente que el hombre, al que le da apoyo para superar los momentos de desánimo y fuerzas para seguir adelante. La descripción de la corrupción presente en prácticamente todos los ámbitos de la sociedad (policía, jurados, judicatura, testigos, etc.) se presenta construida con acierto, riqueza de detalles y notable fuerza descriptiva. La atención que le dedica Rossen se inspira en su rechazo, la denuncia de su extensión, la glosa de la debilidad humana, la fuerza de la codicia de los seres humanos y la insuficiencia de los mecanismos públicos de defensa frente a ella.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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Junto a la denuncia de estos hechos, el film se recrea en el elogio de la valentía y coraje de aquellas personas que colaboran con la justicia aún asumiendo riesgos elevados. Hacia el final se muestran, con admiración y respeto, en un plano corrido cargado de referencias emocionales, las imágenes de una galería de ciudadanos valerosos. Un elemento adicional que sustenta la tensión que mantiene la cinta viene dado por los esfuerzos titánicos que han de desplegar los agentes de la ley para superar las cadenas de obstáculos de todo tipo, legales y no legales, que montan a su alrededor los gángsteres y sus bandas.
La narración incorpora elementos diversos no esenciales desde el punto de vista del argumento, que enriquecen el discurso y aligeran en cierto modo la tensión que se llega a acumular. Presenta un coche descapotable de último modelo, de elevadísimo coste, como símbolo de los caprichos que se conceden los corruptos. Muestra un modelo de máquina calculadora mecánica que funciona mediante una palanca manual, símbolo de la escasez de medios de la policía. Realza la extrañeza de un velatorio domiciliario mediante el rezo en latín de la Salve. Evita el nombre propio y el rostro del gran jefe (“Big Fellow”), con lo que contribuye a explicar la curiosidad que suscita su figura entre una parte del público. Ambienta el barrio italiano de la ciudad con un mercado de paradas callejeras de productos perecederos y la animación que levanta a su alrededor. En él no falta el frágil carrillo de los helados italianos artesanales.
Pese a la naturaleza indudable de la obra como cine negro clásico, no hace uso del flashback, no hay voz en “off” del narrador, no hay mujer fatal. Abundan, en cambio, la corrupción, las amenazas, las intimidaciones, las acciones criminales y, envolviéndolo todo, la feroz lucha entre el bien y el mal. No faltan las intenciones críticas de la sociedad y de sus instituciones, según el sello propio de Rossen y sus colaboradores. La interpretación de Glenn Ford es solvente y adecuada. Se ve con satisfacción el trabajo impecable de Nina Foch, una actriz que se prodiga poco en la pantalla, porque se dedicó sobre todo a la enseñanza de actores.
La banda sonora, de George Dunning (“Dos cabalgan juntos”, Ford, 1961), ofrece una partitura breve, que acompaña sólo los momentos culminantes con melodías de cuerdas y viento destinadas a explicar los hechos y suscitar sentimientos. La fotografía, de Burnett Guffey (“De aquí a la eternidad”, Zinnemann, 1953), se sirve de elementos propios del expresionismo del cine negro clásico, aunque evita excesos y exageraciones innecesarias.
Junto a la denuncia de estos hechos, el film se recrea en el elogio de la valentía y coraje de aquellas personas que colaboran con la justicia aún asumiendo riesgos elevados. Hacia el final se muestran, con admiración y respeto, en un plano corrido cargado de referencias emocionales, las imágenes de una galería de ciudadanos valerosos. Un elemento adicional que sustenta la tensión que mantiene la cinta viene dado por los esfuerzos titánicos que han de desplegar los agentes de la ley para superar las cadenas de obstáculos de todo tipo, legales y no legales, que montan a su alrededor los gángsteres y sus bandas.
La narración incorpora elementos diversos no esenciales desde el punto de vista del argumento, que enriquecen el discurso y aligeran en cierto modo la tensión que se llega a acumular. Presenta un coche descapotable de último modelo, de elevadísimo coste, como símbolo de los caprichos que se conceden los corruptos. Muestra un modelo de máquina calculadora mecánica que funciona mediante una palanca manual, símbolo de la escasez de medios de la policía. Realza la extrañeza de un velatorio domiciliario mediante el rezo en latín de la Salve. Evita el nombre propio y el rostro del gran jefe (“Big Fellow”), con lo que contribuye a explicar la curiosidad que suscita su figura entre una parte del público. Ambienta el barrio italiano de la ciudad con un mercado de paradas callejeras de productos perecederos y la animación que levanta a su alrededor. En él no falta el frágil carrillo de los helados italianos artesanales.
Pese a la naturaleza indudable de la obra como cine negro clásico, no hace uso del flashback, no hay voz en “off” del narrador, no hay mujer fatal. Abundan, en cambio, la corrupción, las amenazas, las intimidaciones, las acciones criminales y, envolviéndolo todo, la feroz lucha entre el bien y el mal. No faltan las intenciones críticas de la sociedad y de sus instituciones, según el sello propio de Rossen y sus colaboradores. La interpretación de Glenn Ford es solvente y adecuada. Se ve con satisfacción el trabajo impecable de Nina Foch, una actriz que se prodiga poco en la pantalla, porque se dedicó sobre todo a la enseñanza de actores.
La banda sonora, de George Dunning (“Dos cabalgan juntos”, Ford, 1961), ofrece una partitura breve, que acompaña sólo los momentos culminantes con melodías de cuerdas y viento destinadas a explicar los hechos y suscitar sentimientos. La fotografía, de Burnett Guffey (“De aquí a la eternidad”, Zinnemann, 1953), se sirve de elementos propios del expresionismo del cine negro clásico, aunque evita excesos y exageraciones innecesarias.