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Drama. Cine negro
Tom Connors (Spencer Tracy) es condenado a una pena de entre cinco y treinta años de presidio en la cárcel Sing Sing por atraco a mano armada. Una vez allí, consigue un permiso para visitar a su novia herida, pero ésta se ve involucrada en una pelea con un mafioso que tendrá insospechadas consecuencias para Connors. (FILMAFFINITY)
15 de mayo de 2011
27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama carcelario realizado por Michael Curtiz (1886-1962) (“Casablanca”, 1942). Escriben el guión Wilson Mizner y Brown Holmes a partir de la adaptación elaborada por Courtney Terrett y Robert Lord del libro de memorias de Lewis E. Lawes, que fue alcaide de Sing Sing durante algo más de 20 años (1920-1941). Se rueda en Sing Sing (Ossining, NY) y en los Warner Studios (Burbank, L.A., CA), con algunas tomas en escenarios exteriores reales. Producido por Darryl F. Zanuck para la Warner, se estrena el 24-XII-1932 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar en la prisión de máxima seguridad de Sing Sing, del estado de NY, y en NYC, a lo largo de un período de varios años. Los personajes principales son el recluso Tom Connors (Tracy) y el alcaide Paul Long (Byron). El primero es un joven pendenciero y presumido que acumula una larga lista de delitos de robo y asalto con armas de fuego, que se remontan a la época de su adolescencia con varias estancias en reformatorios y fugas de los mismos. El film explora y explica la evolución interior del recluso y su interacción con la figura mesurada, razonable, justa y comprensiva del alcaide. El libro en el que se basa defiende las innovaciones que en el régimen carcelario introdujo en su primer mandato el presidente Franklin Delano Roosevelt, consistentes en la supresión del castigo físico, la construcción de nuevas y modernas prisiones, la implantación de un nuevo sistema de relaciones entre funcionarios de prisiones y reclusos, etc.
La narración se basa en un discurso que premia lo visual. Describe y explica la vida de los internos en el penal mediante la aportación de imágenes reales del interior, que se muestra con parsimonia, reiteraciones y planos de profundidad, para darle un aire realista y documental. En los encuadres del establecimiento siempre están presentes los barrotes, las puertas de seguridad, las rejas, las cerraduras y las proyecciones de sombras en las paredes, las celdas, el rostro de las personas. La opresión del encierro se presenta subrayada con algunos detalles adicionales como el jilguero cerrado en una jaula situada en una celda de la prisión.
La cámara se interesa por los aspectos humanos de las relaciones que se dan entre los reclusos y entre estos y los funcionarios. De manera especial trata de reflejar el comportamiento humanista y los principios ponderados del alcaide. Varias conversaciones entre el alcaide y Tommy resultan emblemáticas, como aquella en la que este defiende que solo trabajan los tontos, mientras aquel sostiene que trabajar es un privilegio.
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La acción dramática tiene lugar en la prisión de máxima seguridad de Sing Sing, del estado de NY, y en NYC, a lo largo de un período de varios años. Los personajes principales son el recluso Tom Connors (Tracy) y el alcaide Paul Long (Byron). El primero es un joven pendenciero y presumido que acumula una larga lista de delitos de robo y asalto con armas de fuego, que se remontan a la época de su adolescencia con varias estancias en reformatorios y fugas de los mismos. El film explora y explica la evolución interior del recluso y su interacción con la figura mesurada, razonable, justa y comprensiva del alcaide. El libro en el que se basa defiende las innovaciones que en el régimen carcelario introdujo en su primer mandato el presidente Franklin Delano Roosevelt, consistentes en la supresión del castigo físico, la construcción de nuevas y modernas prisiones, la implantación de un nuevo sistema de relaciones entre funcionarios de prisiones y reclusos, etc.
La narración se basa en un discurso que premia lo visual. Describe y explica la vida de los internos en el penal mediante la aportación de imágenes reales del interior, que se muestra con parsimonia, reiteraciones y planos de profundidad, para darle un aire realista y documental. En los encuadres del establecimiento siempre están presentes los barrotes, las puertas de seguridad, las rejas, las cerraduras y las proyecciones de sombras en las paredes, las celdas, el rostro de las personas. La opresión del encierro se presenta subrayada con algunos detalles adicionales como el jilguero cerrado en una jaula situada en una celda de la prisión.
La cámara se interesa por los aspectos humanos de las relaciones que se dan entre los reclusos y entre estos y los funcionarios. De manera especial trata de reflejar el comportamiento humanista y los principios ponderados del alcaide. Varias conversaciones entre el alcaide y Tommy resultan emblemáticas, como aquella en la que este defiende que solo trabajan los tontos, mientras aquel sostiene que trabajar es un privilegio.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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Hay varias escenas singulares por su construcción, lenguaje y contenido. Una de ellas reúne a Tommy y al alcaide, cuando este le ofrece fuego con la mano temblorosa por la emoción que se palpa en el ambiente. Otra explica mediante un magnífico juego de planos y desplazamientos de cámara una intensa conversación entre Tom y su prometida, Fay Wilson, una bellísima y jovencísima Bette Davis. Enmarca el desarrollo del relato en un contexto de elipsis y sobrentendidos que proporcionan al film elementos de ambigüedad, brevedad y una gratificante fluidez. Sobresale el acierto y la fuerza expresiva de varios encuadres soberbios, como el del avance del tren junto al río tomado desde un avión que vuela a baja altura y a la misma velocidad que el convoy. Pese a la brevedad de la toma, esta transmite al espectador una cautivadora sensación de velocidad, dinamismo y presagio del tránsito irreversible de una realidad a otra que va a ser muy diferente. Notable y convincente es la interpretación de un Spencer Tracy de 32 años.
El relato contiene dentro y fuera de la prisión detalles que aportan simbolismos y sugerencias, como el clavel blanco de la solapa de Tommy, el canario enjaulado, la jaula plateada, la ganzúa, el puño de hierro, el retrato de Lincoln colocado junto a la puerta del despacho de Long, que establece una sigilosa comparación entre ambos personajes. No faltan toques de humor en la reiteración de las exageradas rutinas carcelarias, el privilegio de no llevar uniforme concedido a Tom, etc.
La banda sonora, de Bernhard Kaun (“Contra el imperio del crimen”, Keighley, 1935), aporta una partitura intensamente dramática que contiene disonancias a tono con la extrañeza del lugar en el que se desarrolla la acción. Añade la melodía de “Spirit of Independence” en el breve montaje de las marchas militares y la de “Días felices” a cargo de la armónica. En ocasiones funde el barullo de los reclusos con la discreta y emotiva melodía de agudos a cargo de una armónica que a penas se oye y habla de esperanza.
La fotografía, de Barney McGill (“El precio de la gloria”, Walsh, 1926), en B/N, prefigura el estilo del cine negro clásico. Contiene algunas secuencias profundamente oscuras y tenebrosas. La cámara ofrece varias tomas picadas y cenitales conmovedoras, primeros planos inquisitivos e imágenes de humor visual. La cámara compone desplazamientos, aproximaciones y perspectivas generales que en ocasiones resultan antológicas. La película es interesante para todos e indispensable para los aficionados al cine negro y sus antecedentes.
Hay varias escenas singulares por su construcción, lenguaje y contenido. Una de ellas reúne a Tommy y al alcaide, cuando este le ofrece fuego con la mano temblorosa por la emoción que se palpa en el ambiente. Otra explica mediante un magnífico juego de planos y desplazamientos de cámara una intensa conversación entre Tom y su prometida, Fay Wilson, una bellísima y jovencísima Bette Davis. Enmarca el desarrollo del relato en un contexto de elipsis y sobrentendidos que proporcionan al film elementos de ambigüedad, brevedad y una gratificante fluidez. Sobresale el acierto y la fuerza expresiva de varios encuadres soberbios, como el del avance del tren junto al río tomado desde un avión que vuela a baja altura y a la misma velocidad que el convoy. Pese a la brevedad de la toma, esta transmite al espectador una cautivadora sensación de velocidad, dinamismo y presagio del tránsito irreversible de una realidad a otra que va a ser muy diferente. Notable y convincente es la interpretación de un Spencer Tracy de 32 años.
El relato contiene dentro y fuera de la prisión detalles que aportan simbolismos y sugerencias, como el clavel blanco de la solapa de Tommy, el canario enjaulado, la jaula plateada, la ganzúa, el puño de hierro, el retrato de Lincoln colocado junto a la puerta del despacho de Long, que establece una sigilosa comparación entre ambos personajes. No faltan toques de humor en la reiteración de las exageradas rutinas carcelarias, el privilegio de no llevar uniforme concedido a Tom, etc.
La banda sonora, de Bernhard Kaun (“Contra el imperio del crimen”, Keighley, 1935), aporta una partitura intensamente dramática que contiene disonancias a tono con la extrañeza del lugar en el que se desarrolla la acción. Añade la melodía de “Spirit of Independence” en el breve montaje de las marchas militares y la de “Días felices” a cargo de la armónica. En ocasiones funde el barullo de los reclusos con la discreta y emotiva melodía de agudos a cargo de una armónica que a penas se oye y habla de esperanza.
La fotografía, de Barney McGill (“El precio de la gloria”, Walsh, 1926), en B/N, prefigura el estilo del cine negro clásico. Contiene algunas secuencias profundamente oscuras y tenebrosas. La cámara ofrece varias tomas picadas y cenitales conmovedoras, primeros planos inquisitivos e imágenes de humor visual. La cámara compone desplazamientos, aproximaciones y perspectivas generales que en ocasiones resultan antológicas. La película es interesante para todos e indispensable para los aficionados al cine negro y sus antecedentes.