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Voto de Miquel:
9
7,4
5.350
Drama. Intriga. Romance
En un barroco hotel, un extraño, X, intenta persuadir a una mujer casada, A, de que abandone a su marido, M, y se fugue con él. Se basa en una promesa que ella le hizo cuando se conocieron el año anterior, en Marienbad, pero la mujer parece no recordar aquel encuentro. (FILMAFFINITY)
4 de septiembre de 2009
50 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segundo largometraje de Alain Resnais (Francia, 1922), que forma parte de la llamada “trilogía de la memoria”, junto a “Hiroshima, mi amor” (1959) y “Muriel” (1963). El guión es original del novelista Alain Robbe-Grillet. Se rueda en escenarios reales de Nymphenburg Palace (Bavaria), Oranienburg Palace (Brandenburg) y Schleissheim Palace (Bavaria) y en estudio. Gana el León de oro (Venecia). Producido por Pierre Courau y Raymond Froment para Cocinor y otras productoras, se estrena el 25-VI-1961 (Francia).
La acción dramática tiene lugar en una ubicación geográfica indefinida y en un tiempo indeterminado. Marienbad es el nombre de una ciudad checa, ajena a la acción, y el presente dramático se podría situar en torno a 1960/61, aunque ésta no es la intención del realizador, que quiere dotar al film de una manifiesta atemporalidad. Los protagonistas son una mujer (Seyrig), un hombre que la pretende (Albertazzi) y el marido, pareja o acompañante de la misma (Pitoëff). Ella parece estar permanentemente cansada. El seductor es locuaz, reiterativo e insistente. El marido es indeciso, vacilante, autoritario y ejerce sobre la mujer cierta influencia.
El film suma drama, suspense y romance. El relato suscita dudas en el espectador y le plantea interrogantes que no resuelve. No se sabe si la acción se desarrolla en Marienbad o en otro lugar, si es el nombre de un palacio o de la localidad en la que éste se ubica, cuál es el motivo que reúne a los interlocutores. No deja claro si la historia es real, la inventa el narrador o combina hechos ciertos, de ficción y sueños. Lo cierto es que invita al espectador a indagar, reflexionar, interpretar, meditar y debatir, aprovechando el hecho de que el relato es susceptible de interpretaciones múltiples, diversas y contrapuestas. También es cierto que convoca al público a ver la cinta con suma atención, tensando la capacidad de percepción y liberando los mecanismos de generación de sentimientos.
La obra luce una intencionada y deliberada artificiosidad, porque Resnais la concibe como un artefacto artístico y desea que el espectador se percate de ello. Le propone así que adopte desde el principio un punto de vista que le sitúe adecuadamente ante el film y le permita aprovechar al máximo la experiencia de su visión. Dicho de otro modo, le informa que se halla ante una experiencia artística que le puede proporcionar emoción estética, la más noble, intensa y satisfactoria de las emociones al alcance del ser humano. Por lo demás, el relato rompe con los códigos tradicionales del cine. Mezcla realismo, surrealismo y una fuerte carga de subjetividad. Los encuadres, travellings, giros de cámara y composición de planos, contienen elementos caprichosos y aleatorios, expresan sentidos diferentes de los propios del cine convencional realizado hasta el momento y en ocasiones desarrollan divagaciones laxas sobre temas reiterativos.
La acción dramática tiene lugar en una ubicación geográfica indefinida y en un tiempo indeterminado. Marienbad es el nombre de una ciudad checa, ajena a la acción, y el presente dramático se podría situar en torno a 1960/61, aunque ésta no es la intención del realizador, que quiere dotar al film de una manifiesta atemporalidad. Los protagonistas son una mujer (Seyrig), un hombre que la pretende (Albertazzi) y el marido, pareja o acompañante de la misma (Pitoëff). Ella parece estar permanentemente cansada. El seductor es locuaz, reiterativo e insistente. El marido es indeciso, vacilante, autoritario y ejerce sobre la mujer cierta influencia.
El film suma drama, suspense y romance. El relato suscita dudas en el espectador y le plantea interrogantes que no resuelve. No se sabe si la acción se desarrolla en Marienbad o en otro lugar, si es el nombre de un palacio o de la localidad en la que éste se ubica, cuál es el motivo que reúne a los interlocutores. No deja claro si la historia es real, la inventa el narrador o combina hechos ciertos, de ficción y sueños. Lo cierto es que invita al espectador a indagar, reflexionar, interpretar, meditar y debatir, aprovechando el hecho de que el relato es susceptible de interpretaciones múltiples, diversas y contrapuestas. También es cierto que convoca al público a ver la cinta con suma atención, tensando la capacidad de percepción y liberando los mecanismos de generación de sentimientos.
La obra luce una intencionada y deliberada artificiosidad, porque Resnais la concibe como un artefacto artístico y desea que el espectador se percate de ello. Le propone así que adopte desde el principio un punto de vista que le sitúe adecuadamente ante el film y le permita aprovechar al máximo la experiencia de su visión. Dicho de otro modo, le informa que se halla ante una experiencia artística que le puede proporcionar emoción estética, la más noble, intensa y satisfactoria de las emociones al alcance del ser humano. Por lo demás, el relato rompe con los códigos tradicionales del cine. Mezcla realismo, surrealismo y una fuerte carga de subjetividad. Los encuadres, travellings, giros de cámara y composición de planos, contienen elementos caprichosos y aleatorios, expresan sentidos diferentes de los propios del cine convencional realizado hasta el momento y en ocasiones desarrollan divagaciones laxas sobre temas reiterativos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La voz del narrador (el pretendiente), pierde intensidad hasta desaparecer, creando interludios de silencio o de murmullos de palabras que el oído humano no capta. A veces la voz interrumpida se recupera para seguir hablando por boca del marido, que deviene un segundo narrador, alternativo o complementario. La voz se apaga y desaparece con frecuencia para recuperarse después diciendo las mismas palabras en orden diferente. Alguna acción se repite más adelante con resultado distinto, imitando los procedimientos de ensayo y corrección propios del artista (novelista, dramaturgo, pintor...). Incorpora sorpresas desconcertantes, como la de la puerta que permanece abierta siempre, salvo en un momento determinado. Invita al espectador a renunciar al racionalismo habitual de la cultura de Occidente para sumergirse en un mar de sentimientos, sensaciones, emociones y goce estético.
El ambiente del interior del palacio es hermético y misterioso. Plantea también interrogantes. ¿Es un hotel con clientes? ¿Es una residencia privada con invitados? ¿Son los presentes socios de una agrupación ignota?. En todo caso, se comportan de un modo extraño y practican juegos excéntricos y tan incomprensibles como el de las cajas de cerillas. Contrasta el estilo rococó (barroco tardío alemán) de la decoración del Palacio con la austeridad de los trajes y vestidos de los personajes, de los escenarios directos y de la expresión contenida del deseo que los anima o atormenta.
La banda sonora, de Francis Seyrig (“El proceso de Juana de Arco”, Bresson, 1962), ofrece una partitura de órgano religioso, de tonos solemnes, litúrgicos y de pasajes que evocan himnos de ceremonias de difuntos. De ese modo se refuerzan los trazos melancólicos del relato. Por lo demás, la música introduce evocaciones sobrenaturales que amplían la complejidad de la historia y, a la vez, le otorgan trascendencia. La fotografía, de Sacha Vierny (“Muriel”, 1963), en B/N y formato panorámico, luce la mano esmerada, cuidadosa y rica en detalles de Resnais. El trabajo de cámara es abundante, brillante, espectacular y preciso. Los jardines estrictamente geometrizados subrayan por oposición el desorden y las tendencias caóticas de la narración. El discurso visual es de una gran elegancia y de fascinante belleza. Juega con la intensidad de la iluminación, el uso del espacio y los encuadres de la acción.
Film de culto, hecho para la emoción, las sensaciones y los sentimientos, indispensable para los cinéfilos más exigentes. Hecho también para pensar al objeto de aprovechar la satisfacción que se desprende del hecho de pensar por pensar.
Bibliografía
- David STERRIT, “El año pasado en Marienbad”, ‘1.001 películas que hay que ver antes de morir’ (Steven Jay Schneider), pág. 393, Grijalbo, 2006. (La edición original en inglés es de 2003).
- Roger EBERT, “El año pasado en Marienbad”, ‘Grandes películas’, V. 1, págs. 48-51, Randbook Ed., Barcelona 2003 (La edición original en inglés es de 2002).
El ambiente del interior del palacio es hermético y misterioso. Plantea también interrogantes. ¿Es un hotel con clientes? ¿Es una residencia privada con invitados? ¿Son los presentes socios de una agrupación ignota?. En todo caso, se comportan de un modo extraño y practican juegos excéntricos y tan incomprensibles como el de las cajas de cerillas. Contrasta el estilo rococó (barroco tardío alemán) de la decoración del Palacio con la austeridad de los trajes y vestidos de los personajes, de los escenarios directos y de la expresión contenida del deseo que los anima o atormenta.
La banda sonora, de Francis Seyrig (“El proceso de Juana de Arco”, Bresson, 1962), ofrece una partitura de órgano religioso, de tonos solemnes, litúrgicos y de pasajes que evocan himnos de ceremonias de difuntos. De ese modo se refuerzan los trazos melancólicos del relato. Por lo demás, la música introduce evocaciones sobrenaturales que amplían la complejidad de la historia y, a la vez, le otorgan trascendencia. La fotografía, de Sacha Vierny (“Muriel”, 1963), en B/N y formato panorámico, luce la mano esmerada, cuidadosa y rica en detalles de Resnais. El trabajo de cámara es abundante, brillante, espectacular y preciso. Los jardines estrictamente geometrizados subrayan por oposición el desorden y las tendencias caóticas de la narración. El discurso visual es de una gran elegancia y de fascinante belleza. Juega con la intensidad de la iluminación, el uso del espacio y los encuadres de la acción.
Film de culto, hecho para la emoción, las sensaciones y los sentimientos, indispensable para los cinéfilos más exigentes. Hecho también para pensar al objeto de aprovechar la satisfacción que se desprende del hecho de pensar por pensar.
Bibliografía
- David STERRIT, “El año pasado en Marienbad”, ‘1.001 películas que hay que ver antes de morir’ (Steven Jay Schneider), pág. 393, Grijalbo, 2006. (La edición original en inglés es de 2003).
- Roger EBERT, “El año pasado en Marienbad”, ‘Grandes películas’, V. 1, págs. 48-51, Randbook Ed., Barcelona 2003 (La edición original en inglés es de 2002).