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Aventuras. Western
Año 1925. Fred C. Dobbs (Humphrey Bogart) decide ir a Tampico en busca de oro para salir de la miseria. Emprende el viaje con otros dos vagabundos (Walter Huston y Tim Holt), pero la codicia y la envidia que surge entre ellos les creará más problemas que cualquier dificultad del camino. (FILMAFFINITY)
27 de marzo de 2009
67 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es uno de los films más conocidos de la primera época del realizador John Huston (1906-87). El guión, del propio Huston, adapta la novela “The Treasure of the Sierra Madre” (1927), de Berwick Traven. Se rueda en escenarios naturales de Méjico (Jungapeo, Tampico...) y California (Iverson Ranch, Mojave Desert...) y en los platós de Warner Studios (Burbank, CA), con un presupuesto estimado de 3,8 M USD. Nominado a 4 Oscar, gana 3 (director, película y actor reparto). Producido por Henry Blanke para la Warner, se proyecta en sesión de preestreno el 6-I-1948 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar en Tampico (Méjico), en Sierra Madre y en el camino entre ambas localizaciones, a lo largo de 10 meses, entre febrero y diciembre de 1925. Fred C. Dobbs (Bogart), Bob Curtin (Holt) y Howard (W. Huston), son tres perdedores norteamericanos residentes temporalmente en Tampico, que se conocen en el dormitorio municipal para indigentes “El oso negro”. Con el propósito de cambiar su fortuna, deciden ir a las montañas en busca de oro. Dobbs, de media edad, sin trabajo fijo, es desconfiado, mezquino, paranoico y vive a la deriva. Curtin es joven, ingenuo y honrado. Howard, viejo buscador de oro, tiene principios y es experimentado, sensato y conciliador.
El film suma aventuras, drama, western y acción. Es la tercera película de John Huston y la primera que realiza tras su participación en la IIGM. Básicamente es una obra de aventuras, en la que éstas no constituyen el fin último del relato, sino el medio a través del cual el autor explora aspectos de la condición humana relacionados con la ambición, la codicia, la avaricia y el egoísmo. Su estudio se plantea, sobre todo, cuando el ser humano se ve sometido a condiciones extremas, sean físicas (deshidratación, fatiga, desnutrición...), psicológicas (desesperación, desamparo, soledad...) o emocionales (angustia, miedo...). Muestra cómo y en qué medida la obtención de oro tiende, en general, a impulsar afanes de posesión, acumulación y rapiña. Estas conductas en algunos casos se manifiestan como reflejo de estados de descontrol, alienación o locura. La fascinación que, en general, el ser humano siente por el oro puede dar lugar a enfrentamientos, disputas y luchas cruentas, derivadas de pulsiones asociadas a la codicia. Los choques personales se plantean y resuelven, en el film, por medio de un juego brillante de diálogos, que dibuja un cuadro complejo y rico en detalles de la psicología y de las interrelaciones de los personajes.
Se analiza la camaradería masculina y sus contrarios: el individualismo, el egoísmo y las disputas que esterilizan la cohesión del grupo. Se construye un retrato, no superado en otros films, de la figura del derrotado por la vida y del fracasado. Se explora con lucidez la mediocridad, mezquindad, debilidades y miserias del ser humano. Se envuelve la acción en una atmósfera desasosegante.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
La acción dramática tiene lugar en Tampico (Méjico), en Sierra Madre y en el camino entre ambas localizaciones, a lo largo de 10 meses, entre febrero y diciembre de 1925. Fred C. Dobbs (Bogart), Bob Curtin (Holt) y Howard (W. Huston), son tres perdedores norteamericanos residentes temporalmente en Tampico, que se conocen en el dormitorio municipal para indigentes “El oso negro”. Con el propósito de cambiar su fortuna, deciden ir a las montañas en busca de oro. Dobbs, de media edad, sin trabajo fijo, es desconfiado, mezquino, paranoico y vive a la deriva. Curtin es joven, ingenuo y honrado. Howard, viejo buscador de oro, tiene principios y es experimentado, sensato y conciliador.
El film suma aventuras, drama, western y acción. Es la tercera película de John Huston y la primera que realiza tras su participación en la IIGM. Básicamente es una obra de aventuras, en la que éstas no constituyen el fin último del relato, sino el medio a través del cual el autor explora aspectos de la condición humana relacionados con la ambición, la codicia, la avaricia y el egoísmo. Su estudio se plantea, sobre todo, cuando el ser humano se ve sometido a condiciones extremas, sean físicas (deshidratación, fatiga, desnutrición...), psicológicas (desesperación, desamparo, soledad...) o emocionales (angustia, miedo...). Muestra cómo y en qué medida la obtención de oro tiende, en general, a impulsar afanes de posesión, acumulación y rapiña. Estas conductas en algunos casos se manifiestan como reflejo de estados de descontrol, alienación o locura. La fascinación que, en general, el ser humano siente por el oro puede dar lugar a enfrentamientos, disputas y luchas cruentas, derivadas de pulsiones asociadas a la codicia. Los choques personales se plantean y resuelven, en el film, por medio de un juego brillante de diálogos, que dibuja un cuadro complejo y rico en detalles de la psicología y de las interrelaciones de los personajes.
Se analiza la camaradería masculina y sus contrarios: el individualismo, el egoísmo y las disputas que esterilizan la cohesión del grupo. Se construye un retrato, no superado en otros films, de la figura del derrotado por la vida y del fracasado. Se explora con lucidez la mediocridad, mezquindad, debilidades y miserias del ser humano. Se envuelve la acción en una atmósfera desasosegante.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Para algunos analistas, el film es un western singular (del grupo de la fiebre del oro), que recoge la acción de unos personajes que se mueven en un tiempo anacrónico y en un lugar situado fuera de las fronteras del país. La figura del héroe no se ajusta a la propia del género: Dobbs es interesado, antisocial y, sobre todo, un fracasado incapaz de mejorar su situación a causa de la ceguera que le producen la ambición y la codicia. Es un film atípico de aventuras, ya que el héroe carece del espíritu emprendedor, arriesgado e intrépido del aventurero, que de acuerdo con las convenciones del género ha de ser ante todo audaz y generoso. Dobbs es un perdedor nato sin remedio y sin remisión posible.
La cinta se apoya en un guión soberbio que capta bien el espíritu de la novela original y lo traslada con eficacia al celuloide. Destaca la magnífica dirección de actores, de los que Huston extrae interpretaciones excelentes, en especial las de Walter Huston, su padre, y Tim Holt (“El cuarto mandamiento”, Welles, 1942). La del mítico Bogart adolece, según algunos comentaristas, de sobreactuaciones en la segunda parte de su intervención. Para otros, la suya es una actuación antológica y sobrecogedora de la locura. Algunos formulan referencias críticas sobre el limitado y plano aprovechamiento que se hace del espacio escénico y el desaprovechamiento de las posibilidades del paisaje. Se ha de tener en cuenta que la contratación de actores absorbió una parte determinante del presupuesto en perjuicio de otros recursos. Sea cual sea el juicio sobre el conjunto de virtudes y limitaciones técnicas de la obra, ésta es sin discusión un gran film clásico.
Son escenas destacadas la de la carcajada de Howard seguida de la de Curtin (que sirve de inspiración a Peckinpah en “Grupo salvaje”, 1969), la represalia a golpes de Dobbs y Curtin contra el capataz que les ha engañado, la tormenta de arena, los obsequios del poblado indígena a Howard (loro, cochinillo...), la visión cenital de la chumbera que se alimenta de arena aurífera, etc. Son destacables el cameo de John Huston en el papel de norteamericano vestido de blanco al que Dobbs pide limosna tres veces y el de Ann Sheridan (“La novia era él”, Hawks, 1949) en el papel (no acreditado) de prostituta que mira a Dobbs cuando sale de la barbería.
La música, de Max Steiner, ofrece una partitura orquestal de tonos grandilocuentes, que sabe aprovechar el lirismo de los solos (trompeta, armónica...), la emotividad del canto coral (escena del poblado) y el aire festivo de las melodías mejicanas. Tiene un formato de fanfarria el corte “En marcha”. La fotografía, de Ted McCord (“El árbol del ahorcado”, Daves, 1959), en B/N, crea una visualidad de composiciones bien construidas, aporta a las imágenes verismo y realismo clasicista y añade algunas secuencias espectaculares.
La cinta se apoya en un guión soberbio que capta bien el espíritu de la novela original y lo traslada con eficacia al celuloide. Destaca la magnífica dirección de actores, de los que Huston extrae interpretaciones excelentes, en especial las de Walter Huston, su padre, y Tim Holt (“El cuarto mandamiento”, Welles, 1942). La del mítico Bogart adolece, según algunos comentaristas, de sobreactuaciones en la segunda parte de su intervención. Para otros, la suya es una actuación antológica y sobrecogedora de la locura. Algunos formulan referencias críticas sobre el limitado y plano aprovechamiento que se hace del espacio escénico y el desaprovechamiento de las posibilidades del paisaje. Se ha de tener en cuenta que la contratación de actores absorbió una parte determinante del presupuesto en perjuicio de otros recursos. Sea cual sea el juicio sobre el conjunto de virtudes y limitaciones técnicas de la obra, ésta es sin discusión un gran film clásico.
Son escenas destacadas la de la carcajada de Howard seguida de la de Curtin (que sirve de inspiración a Peckinpah en “Grupo salvaje”, 1969), la represalia a golpes de Dobbs y Curtin contra el capataz que les ha engañado, la tormenta de arena, los obsequios del poblado indígena a Howard (loro, cochinillo...), la visión cenital de la chumbera que se alimenta de arena aurífera, etc. Son destacables el cameo de John Huston en el papel de norteamericano vestido de blanco al que Dobbs pide limosna tres veces y el de Ann Sheridan (“La novia era él”, Hawks, 1949) en el papel (no acreditado) de prostituta que mira a Dobbs cuando sale de la barbería.
La música, de Max Steiner, ofrece una partitura orquestal de tonos grandilocuentes, que sabe aprovechar el lirismo de los solos (trompeta, armónica...), la emotividad del canto coral (escena del poblado) y el aire festivo de las melodías mejicanas. Tiene un formato de fanfarria el corte “En marcha”. La fotografía, de Ted McCord (“El árbol del ahorcado”, Daves, 1959), en B/N, crea una visualidad de composiciones bien construidas, aporta a las imágenes verismo y realismo clasicista y añade algunas secuencias espectaculares.