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Voto de Miquel:
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Drama
Harriet es una mujer fría y calculadora que ama su casa y su pequeño mundo material más de lo que nunca podrá amar a una persona. El temor a que un fracaso económico pudiera hacerle perder sus propiedades y su bienestar la impulsará a engañar a su marido asegurándole que es estéril. (FILMAFFINITY)
8 de agosto de 2011
24 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama realizado por Vincent Sherman (1906-2006) (“El señor Skeffington”, 1944) y escrito por Anna Froelich y James Gunn. Adapta la obra de teatro “Craig’s Wife” (1925), de George Kelly, ganadora del Pulitzer de teatro de 1926. Se rueda entre el 3 de abril y el 23 de mayo de 1950 en los platós de Columbia Pictures Studios (Hollywood, L.A, CA) con un presupuesto ajustado. Producido por William Dozier para Columbia, se estrena el 2-XI-1950 (EEUU). La acción dramática tiene lugar en la residencia de Walter Craig (Corey) en una ciudad indeterminada de EEUU.
Los protagonistas son Walter Craig, joven ingeniero que trabaja para una corporación privada como analista e investigador de productos. Lleva casi 4 años casado y vive en la casa que heredó de sus padres. Es responsable, serio, trabajador, sociable, amigo de los amigos y simpático. Harriet (Crawford), esposa de Walter, es lista, manipuladora, mentirosa, misteriosa, egoísta, fría y calculadora. De joven trabajó en un taller y, luego, en una lavandería, tras el abandono de la familia (su madre, ella y una hermana) por un padre borracho y lujurioso. Es presuntuosa, inhumana y desagradable. Trata a su prima Clare (Stevens) como si fuera un trapo y a las sirvientas (Lotti y la Sra. Harold) como a seres sin dignidad.
Harriet tiene obsesión por el orden y la limpieza de la casa, la conservación del mobiliario, enseres, vajillas, cubertería y ajuar. Hace cerrar las ventanas de la casa a las 11 de la mañana para evitar que el sol estropee los muebles. Es autoritaria, controladora, entrometida y de trato desconsiderado. Clare Raymond, prima de Harriet, vive acogida en su casa desde que murieron sus padres hace algo más de un año. Es tímida, retraída, inexperta y sumisa. No ha tenido todavía ningún pretendiente.
La narración se desarrolla con dinamismo y a un ritmo que es vertiginoso en las primeras escenas para convertirse luego en ágil y sostenido. La atención del espectador se focaliza en el trabajo que entrega Joan Crawford en una interpretación vigorosa, de creciente dureza y de gran fuerza. La actriz se siente cómoda en un difícil papel diseñado para ella, que recoge paralelismos y similitudes con algunos aspectos de su historia personal (abandono del padre, padre alcohólico, trabajo en una lavandería…). La ambientación de la casa es de una sobriedad sorprendente. A ello se añade el discretísimo vestuario del marido, la prima, el personal de servicio y los amigos del marido. Marcan un severo contraste los vestidos que luce la protagonista, en especial el blanco de noche y el traje chaqueta con exageradas solapas vegetales blancas, que chocan visualmente con el color oscuro de la americana y la falda. En los dos casos la indumentaria habla de artificiosidad, falsedad y presunción, de acuerdo con el diseño del carácter del personaje.
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Los protagonistas son Walter Craig, joven ingeniero que trabaja para una corporación privada como analista e investigador de productos. Lleva casi 4 años casado y vive en la casa que heredó de sus padres. Es responsable, serio, trabajador, sociable, amigo de los amigos y simpático. Harriet (Crawford), esposa de Walter, es lista, manipuladora, mentirosa, misteriosa, egoísta, fría y calculadora. De joven trabajó en un taller y, luego, en una lavandería, tras el abandono de la familia (su madre, ella y una hermana) por un padre borracho y lujurioso. Es presuntuosa, inhumana y desagradable. Trata a su prima Clare (Stevens) como si fuera un trapo y a las sirvientas (Lotti y la Sra. Harold) como a seres sin dignidad.
Harriet tiene obsesión por el orden y la limpieza de la casa, la conservación del mobiliario, enseres, vajillas, cubertería y ajuar. Hace cerrar las ventanas de la casa a las 11 de la mañana para evitar que el sol estropee los muebles. Es autoritaria, controladora, entrometida y de trato desconsiderado. Clare Raymond, prima de Harriet, vive acogida en su casa desde que murieron sus padres hace algo más de un año. Es tímida, retraída, inexperta y sumisa. No ha tenido todavía ningún pretendiente.
La narración se desarrolla con dinamismo y a un ritmo que es vertiginoso en las primeras escenas para convertirse luego en ágil y sostenido. La atención del espectador se focaliza en el trabajo que entrega Joan Crawford en una interpretación vigorosa, de creciente dureza y de gran fuerza. La actriz se siente cómoda en un difícil papel diseñado para ella, que recoge paralelismos y similitudes con algunos aspectos de su historia personal (abandono del padre, padre alcohólico, trabajo en una lavandería…). La ambientación de la casa es de una sobriedad sorprendente. A ello se añade el discretísimo vestuario del marido, la prima, el personal de servicio y los amigos del marido. Marcan un severo contraste los vestidos que luce la protagonista, en especial el blanco de noche y el traje chaqueta con exageradas solapas vegetales blancas, que chocan visualmente con el color oscuro de la americana y la falda. En los dos casos la indumentaria habla de artificiosidad, falsedad y presunción, de acuerdo con el diseño del carácter del personaje.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
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Es interesante la exploración que se ofrece del carácter de Harriet en base al estudio de antecedentes y causas diversas. Se pueden discutir en mayor o menor medida las hipótesis que se plantean, pero en todo caso permiten formular un interpretación útil y verosímil. El miedo a la verdad es un fenómeno todavía poco estudiado y por tanto sujeto a preguntas e interrogantes. Con todo, el síndrome probablemente tiene bastante que ver con experiencias personales que han interiorizado la identificación de hechos reales con el daño que hechos también reales han provocado en el pasado. En todo caso, la hipótesis se presenta a título indicativo y se dice expresamente que se encuentra pendiente de estudios que quedan fuera del ámbito del film. Sea cual sea la explicación última del fenómeno, la película construye un relato de intenso dramatismo que avanza en un crescendo limpio, acelerado y vistoso, hasta dar paso a una secuencia culminante espléndida.
La banda sonora, de George Duning (“Picnic”, Logan, 1955), aporta cortes que ambientan la acción con colores, luces, brillos y sombras, que evocan sentimientos de profunda tristeza y gran melancolía, como los que corren a cargo de un órgano que se hace presente en varias ocasiones. Otros cortes, lentos y pausados, contribuyen a deprimir el ánimo del espectador y a sembrar en él sensaciones de inquietud y desamparo. Algunos fragmentos se destinan a marcar la transición entre secuencias con el propósito de generar sentimientos de distensión y alivio tras momentos tensos o agobiantes. Merece una mención especial el corte para nada intrascendente que interpreta el niño Dani Frazier al piano. Con él se llena la casa de disonancias y estridencias que anuncian abiertamente la proximidad de una secuencia particularmente dramática.
La fotografía, de Joseph Walter (“La dama de Shanghai”, Welles, 1947), en B/N, compone escenarios amplios, pero cerrados y opresivos, que llena de actividad y movimientos dispuestos con una grata y convincente puesta en escena.
Es interesante la exploración que se ofrece del carácter de Harriet en base al estudio de antecedentes y causas diversas. Se pueden discutir en mayor o menor medida las hipótesis que se plantean, pero en todo caso permiten formular un interpretación útil y verosímil. El miedo a la verdad es un fenómeno todavía poco estudiado y por tanto sujeto a preguntas e interrogantes. Con todo, el síndrome probablemente tiene bastante que ver con experiencias personales que han interiorizado la identificación de hechos reales con el daño que hechos también reales han provocado en el pasado. En todo caso, la hipótesis se presenta a título indicativo y se dice expresamente que se encuentra pendiente de estudios que quedan fuera del ámbito del film. Sea cual sea la explicación última del fenómeno, la película construye un relato de intenso dramatismo que avanza en un crescendo limpio, acelerado y vistoso, hasta dar paso a una secuencia culminante espléndida.
La banda sonora, de George Duning (“Picnic”, Logan, 1955), aporta cortes que ambientan la acción con colores, luces, brillos y sombras, que evocan sentimientos de profunda tristeza y gran melancolía, como los que corren a cargo de un órgano que se hace presente en varias ocasiones. Otros cortes, lentos y pausados, contribuyen a deprimir el ánimo del espectador y a sembrar en él sensaciones de inquietud y desamparo. Algunos fragmentos se destinan a marcar la transición entre secuencias con el propósito de generar sentimientos de distensión y alivio tras momentos tensos o agobiantes. Merece una mención especial el corte para nada intrascendente que interpreta el niño Dani Frazier al piano. Con él se llena la casa de disonancias y estridencias que anuncian abiertamente la proximidad de una secuencia particularmente dramática.
La fotografía, de Joseph Walter (“La dama de Shanghai”, Welles, 1947), en B/N, compone escenarios amplios, pero cerrados y opresivos, que llena de actividad y movimientos dispuestos con una grata y convincente puesta en escena.