Media votos
6,7
Votos
5.206
Críticas
1.665
Listas
182
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Miquel:
8
8,1
43.560
Drama
A finales del siglo XIX, el doctor Frederick Treves descubre en un circo a un hombre llamado John Merrick. Se trata de un ciudadano británico con la cabeza monstruosamente deformada, que vive en una situación de constante humillación y sufrimiento al ser exhibido diariamente como una atracción de feria. (FILMAFFINITY)
16 de febrero de 2009
31 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segundo largometraje de David Lynch, de narración más clásica que la habitual en él. El guión, de Christopher De Vore, Eric Bergren y del propio Lynch, se basa libremente en la información que sobre J. Merrick aportan dos obras: “The Elephant Man and Other Reminiscences” (1923), de Frederick Treves, y “The Elephant Man, a Study in Human Dignity” (1971), de Ashley Montagu. El guión no tiene relación con la obra de teatro “The Elephant Man” (Pomerance, 1979), ni con otras creaciones de ficción. Se rueda en escenarios reales de Londres y en los platós de Lee Internacional Studios (Wembley, Londres) y de Shepperton Studios (Surrey, Inglaterra), con un presupuesto estimado de 5 M USD. Es nominado a 8 Oscar (película, director, guión, actor, dirección artística, vestuario, montaje y banda sonora). Producido por Jonathan Sanger para Brooksfilms y Paramount, se proyecta por primera vez en público el 3-X-1980 (NYC, preestreno).
La acción dramática tiene lugar en Londres a lo largo de 6 años (1884-1890). El médico cirujano Frederick Treves (Hopkins) acude a la barraca de feria donde J. Merrick (Hurt), “el hombre elefante”, es exhibido al público por dinero. Bytes (Jones) lo tiene a su cargo y lo explota como medio de subsistencia. Treves conviene con él la liberación de Merrick para ingresarlo en el Hospital de Londres. A Frederick le mueven razones humanitarias y profesionales. Descubre con sorpresa que Merrick tiene un cociente intelectual normal y una sensibilidad normal.
El film suma drama, historia, biopic, crítica social y enfermedad. El proceso de preproducción y producción de la obra ocupan 3 años de trabajo intenso, que Lynch asume como un reto personal que le ocupa de los 31 a los 34 años. La enfermedad se ha manifiestado en Merrick a partir de los 18 meses y afecta al 90 % del cuerpo. No afecta al brazo izquierdo ni al sexo. Los diagnósticos actualizados hablan de síndrome de Proteo, enfermedad congénita, poco común, progresiva e incurable, identificada y descrita por el Dr. Michael Cohen en 1979. Merrick padecía además neurofibromatosis aguda y bronquitis crónica.
El realizador construye en torno al protagonista una atmósfera densa, tensa, incierta y misteriosa, que constituye uno de los principales atractivos del film. Las interpretaciones de Hopkins, Hurt y Gielgud, son convincentes y sugestivas. El relato se desarrolla de modo bastante convencional, si bien incorpora escenas fantasmagóricas y extrañas, que delatan la mano del autor, como los planos de elefantes inquietos, el ataque de éstos a la madre cuando embarazada se hallaba en una isla inexplorada de África, el paseo por las estrellas, el desfile de enanos y gigantes, etc.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
La acción dramática tiene lugar en Londres a lo largo de 6 años (1884-1890). El médico cirujano Frederick Treves (Hopkins) acude a la barraca de feria donde J. Merrick (Hurt), “el hombre elefante”, es exhibido al público por dinero. Bytes (Jones) lo tiene a su cargo y lo explota como medio de subsistencia. Treves conviene con él la liberación de Merrick para ingresarlo en el Hospital de Londres. A Frederick le mueven razones humanitarias y profesionales. Descubre con sorpresa que Merrick tiene un cociente intelectual normal y una sensibilidad normal.
El film suma drama, historia, biopic, crítica social y enfermedad. El proceso de preproducción y producción de la obra ocupan 3 años de trabajo intenso, que Lynch asume como un reto personal que le ocupa de los 31 a los 34 años. La enfermedad se ha manifiestado en Merrick a partir de los 18 meses y afecta al 90 % del cuerpo. No afecta al brazo izquierdo ni al sexo. Los diagnósticos actualizados hablan de síndrome de Proteo, enfermedad congénita, poco común, progresiva e incurable, identificada y descrita por el Dr. Michael Cohen en 1979. Merrick padecía además neurofibromatosis aguda y bronquitis crónica.
El realizador construye en torno al protagonista una atmósfera densa, tensa, incierta y misteriosa, que constituye uno de los principales atractivos del film. Las interpretaciones de Hopkins, Hurt y Gielgud, son convincentes y sugestivas. El relato se desarrolla de modo bastante convencional, si bien incorpora escenas fantasmagóricas y extrañas, que delatan la mano del autor, como los planos de elefantes inquietos, el ataque de éstos a la madre cuando embarazada se hallaba en una isla inexplorada de África, el paseo por las estrellas, el desfile de enanos y gigantes, etc.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Pone en relación la delicadeza de formas de la época victoriana con la rudeza del industrialismo (polución, contaminación, emisiones tóxicas, residuos...). Sobre el contraste de ambos formula una crítica doble, dirigida a la hipocresía de las apariencias sociales y a la agresividad del progreso industrial.
Es conmovedora la descripción de la fragilidad del protagonista, su condición de persona rechazada y marginada, exhibida en público como animal de feria, guardado oculto en jaulas o cubículos infrahumanos, sometido a maltratos, causa de pánico en la gente y de reacciones violentas contra su seguridad e integridad personal. Es de gran interés la exposición que se hace de sus capacidades de lenguaje, comunicación, lectura, integración social, etc. La obra rinde homenaje a “La parada de los monstruos” (Tod Browning, 1932), de modo especial a través de algunas escenas (jaulas de la feria, liberación del protagonista, traslado del mismo a un medio de fuga y salvación, etc.). Como Browning, muestra la gracia, la simpatía y la belleza entrañable de las personas desiguales, en un ejercicio magistral de inversión de los valores convencionales. La edad de Merrick en el film se mueve entre los 21 y los 27 años. En la película se le llama John, pero su nombre verdadero era Joseph.
La obra formula un alegato a favor de la personas desiguales, en especial de las que lo son de modo más aparente. Expone una concepción de la normalidad que no se funda en la apariencia, sino en las capacidades de las personas afectadas. Establece una definición de belleza basada en cualidades del espíritu (respeto, tolerancia, simpatía, solidaridad, afecto ...). Muestra cómo las reacciones de pánico ante una persona muy desigual se desactivan cuando se constata su humanidad e indefensión. No asusta la fealdad, sino la malicia y la maldad. Toda persona con discapacidad tiene derecho a contar con el apoyo social necesario para gozar en plenitud de la máxima integración social posible de acuerdo con sus posibilidades y para maximizar el ejercicio de sus capacidades. Nada hay tan perverso como aprovecharse de la desgracia ajena.
La música, de John Morris (“El jovencito Frankenstein”, Brooks, 1974), ofrece una partitura original dramática y melancólica, que complementa y refuerza el sentido de las imágenes. Añade fragmentos del “Adagio para cuerdas”, de Samuel Barber, con el que glosa la satisfacción de Merrick ante el avance de su integración social. La fotografía, de Freddie Francis (“Una historia verdadera”, 1999), en B/N y scope, crea composiciones oscuras, opresivas y en ocasiones tenebristas. Hace uso de una extensa gama de grises que confiere densidad y vibración a las imágenes. Con proyecciones de sombras, rincones sombríos, contraluces inquietantes y juegos de claroscuro, evoca el cine de terror de la Hammer, en el que Francis trabajó de joven.
Película impresionante, conmovedora, triste y melancólica. También, esperanzada y rica en sugerencias humanitarias.
Es conmovedora la descripción de la fragilidad del protagonista, su condición de persona rechazada y marginada, exhibida en público como animal de feria, guardado oculto en jaulas o cubículos infrahumanos, sometido a maltratos, causa de pánico en la gente y de reacciones violentas contra su seguridad e integridad personal. Es de gran interés la exposición que se hace de sus capacidades de lenguaje, comunicación, lectura, integración social, etc. La obra rinde homenaje a “La parada de los monstruos” (Tod Browning, 1932), de modo especial a través de algunas escenas (jaulas de la feria, liberación del protagonista, traslado del mismo a un medio de fuga y salvación, etc.). Como Browning, muestra la gracia, la simpatía y la belleza entrañable de las personas desiguales, en un ejercicio magistral de inversión de los valores convencionales. La edad de Merrick en el film se mueve entre los 21 y los 27 años. En la película se le llama John, pero su nombre verdadero era Joseph.
La obra formula un alegato a favor de la personas desiguales, en especial de las que lo son de modo más aparente. Expone una concepción de la normalidad que no se funda en la apariencia, sino en las capacidades de las personas afectadas. Establece una definición de belleza basada en cualidades del espíritu (respeto, tolerancia, simpatía, solidaridad, afecto ...). Muestra cómo las reacciones de pánico ante una persona muy desigual se desactivan cuando se constata su humanidad e indefensión. No asusta la fealdad, sino la malicia y la maldad. Toda persona con discapacidad tiene derecho a contar con el apoyo social necesario para gozar en plenitud de la máxima integración social posible de acuerdo con sus posibilidades y para maximizar el ejercicio de sus capacidades. Nada hay tan perverso como aprovecharse de la desgracia ajena.
La música, de John Morris (“El jovencito Frankenstein”, Brooks, 1974), ofrece una partitura original dramática y melancólica, que complementa y refuerza el sentido de las imágenes. Añade fragmentos del “Adagio para cuerdas”, de Samuel Barber, con el que glosa la satisfacción de Merrick ante el avance de su integración social. La fotografía, de Freddie Francis (“Una historia verdadera”, 1999), en B/N y scope, crea composiciones oscuras, opresivas y en ocasiones tenebristas. Hace uso de una extensa gama de grises que confiere densidad y vibración a las imágenes. Con proyecciones de sombras, rincones sombríos, contraluces inquietantes y juegos de claroscuro, evoca el cine de terror de la Hammer, en el que Francis trabajó de joven.
Película impresionante, conmovedora, triste y melancólica. También, esperanzada y rica en sugerencias humanitarias.