Sabía lo que me iba a encontrar, al menos Tim Burton no engaña. Se dedica a filmar a su modo extravagante y peculiar, y mal no le va, pues nunca le faltan seguidores. No hace falta que diga que no es de mis directores favoritos, de hecho, es de los más sobrevalorados que conozco (aunque no personalmente, dios no lo quiera).

Volviendo al tema, la película adolece de ese punto crucial del que adolece casi toda la filmografía del tal Burton: el guión. No es que el filme sea del todo malo, es que el guión, o la carencia de él, se encarga de estropearlo. Así, destaca sobremanera en dicho panfleto la mierda de protagonista que es Batman, no sé si por culpa del actor o de sus superiores. Pero le podrían haber pegado fuego que aquí a la peña le habría dado igual.

Por otro lado, o no, resultan risibles las escenas de acción, de nuevo no sé si por escasez de medios dada la época o directamente por el mal hacer de los curtidos en el tema. A esa comicidad imprevista se le añade la de prácticamente todos los secundarios, que no hay dios que sepa qué cojones pintan en esta historia. Por no hablar de otros muchos pequeños detalles que, si bien uno no puede enumerar con exactitud, ya se encargan de propiciar la fallida inmersión en un mundo que debiera ser apasionante.

No obstante, debo reconocerlo, el Joker está excelente, y en cada escena en la que aparecen él y sus ocurrencias la película remonta el vuelo. Lástima que la fragilidad del resto del conjunto empañe un resultado que no pasa del aprobado.