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Voto de José (FullPush):
7
Drama El día de la Epifanía de 1904 está a punto de empezar una de las fiestas más concurridas de Dublín, la de las señoritas Morkan. Entre los invitados se encuentra Gabriel Conroy, sobrino de las anfitrionas y marido de la hermosa Gretta. Esa noche, los invitados disfrutan de una magnífica velada. Gabriel, muy enamorado de su esposa, observa su emoción cuando suena una antigua canción de amor. De vuelta a casa, Gretta le confiesa un secreto. (FILMAFFINITY) [+]
2 de junio de 2011
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de nada, olviden mi nota. Es irrelevante. Esta película, admiten tanto defensores como detractores, no cuenta nada en especial, se limita a una narración visual que en realidad no es tal, pues ni existe conflicto ni evolución apreciable en los personajes o las situaciones. Y reitero que eso lo reconocen tanto los que aquí han visto poesía como los que, caso de mi persona, no hemos visto absolutamente nada. Era jodido, claro, filmar poesía siempre lo es; basar tu mano a una sola carta también; todo depende del que está al otro lado de la pantalla, ése que ni siente ni padece, salvo que algo, quién sabe qué, atraiga su atención y lo fascine. No ha sido mi caso. Ni silencios ni gestos ni miradas ni melodías al piano o canciones sin acompañamiento y sabor añejo consiguen rozar siquiera algún pliegue de mi alma, ésa que, de momento, ahí sigue, vivita y coleando. Pero no importa. Huston murió, como todos, llegado cierto día, y quiso, a modo de despedida, filmar a los vivos una última vez, con la muerte a su espalda, acariciando su pulso nervioso mientras lanzaba preguntas que encontraron su respuesta en este trozo de celuloide.

-"¿Por qué te empeñas, criatura débil, en agrandar tu leyenda? ¿No ves que es en vano?"

A lo que Huston, en silla de ruedas y con el aliento huyendo poco a poco de su cuerpo, respondiera: -Si tan sólo consiguiera que se hablara de este día... Si trascender pudiera la sombra calmada de la muerte y darle forma, tal que mis impulsos reflejaran en el cine mi persona... Si tan sólo mis intentos dieran fruto e inspiraran a la virtuosa pluma para significar el minutaje, entonces, con sentido renovado y un nudo en el estómago, sabedor de que dejé firmado el testamento de mi cine, abrazaría el abismo y acataría la negrura que me envuelva, acunado por el eco de mis pasos.

Y lo consiguió. No en mi caso, ciertamente. Pero reitero, eso es irrelevante. Y es que aquel que acuda a las críticas de Bloomsday o de Normelvis Bates será consciente, en un fogonazo de genialidad y clarividencia, de cuán grande pudo ser y de hecho fue este director cuyo legado, por suerte, se extiende más allá de Dublineses. Este muerto está muy vivo. Todavía...
José (FullPush)
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