Un inquietante y monocromático prólogo (lo mejor del exiguo metraje... y menos mal) da lugar a un despropósito desenfrenado, con cámara mareante incluída, bajo la premisa de poderes ocultos, piedras rúnicas, nazis y el dominio del mundo en una granja aislada. Suerte para Fassbender que está facilmente irreconocible tras el maquillaje de un supuesto ser de ultratumba todopoderoso, al que vacilan dos hermanos con un par de trucos del despiste. Una familia que no muere durante setenta años por obra y gracia de un conjuro del susodicho ser. Escenas sangrientas para justificar el género y, para colmo, al final resulta que se les había olvidado contarnos que había ocho monstruitos más desperdigados por el país (para improbables secuelas directas al videoclub)... Es que estos nazis eran de un travieso...

Un punto por el prólogo y otro porque Fassbender me cae bien y se lo perdono. Schumacher era mejor conduciendo bólidos... ah, no, ese era otro.