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Voto de Pas:
10
13 de mayo de 2009
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primero quiere escocés, luego lo veremos con cerveza y rematará con una botella de Jim Beam a morro. El ladrón traicionado deambula entre contradicciones alcohólicas y vitales ¿Sabes cuando alguien te deja, esas locuras y estupideces que puedes llegar a sentir, decir y hacer? él las dignifica con la entereza con la que encaja bofetadas mientras no tiene un dólar en el bolsillo.
Empieza con un robo. Las situaciones se van sucediendo con absoluta naturalidad: una antigua estrella del deporte reconvertida en prófugo revolucionario. Una monja revolcándose en el suelo con un policía. Un ataque de epilepsia en pleno campo. Una moto estropeada. Un gasolinero distorsionando su guitarra a la espera de clientes. La niña de azul en el colegio de monjas que está loca por Paco...
¿Y qué fue de Paco? Efectivamente, ni el recuerdo de su sombra, ni el olor de su tabaco. El gafitas y su hermano, buscando a su padre como una aguja en un pajar, van a encontrarse con dos mujeres que esperan, con ánimos y deseos totalmente diferentes, a dos hombres. Una desea que llegue su amor, que no la haya dejado en el camino. La otra no quiere que venga, con ese miedo tan americano a los ex-convictos.
Y entre esperas e indagaciones, se suceden los diálogos ¿Intrascendentes? Se habla de Madonna, de embragues, de medallas religiosas, de grupos de rock, de árboles y plantas ¿Plúmbeos? Se habla de sentimientos, de deseos, de necesidades, de desengaños. El amor en todas sus vertientes, sugerido o mostrado: amor loco, amor para toda la vida, el sexo por el sexo, amor platónico, amor rechazado, amor distante, y, por encima de todos, el amor como sufrimiento y padecimiento. Lo dice el policía, en una de sus escasísimas intervenciones: Como clavarse un puñal en la frente otra vez, eso es enamorarse.
Todos esos diálogos, tan importante y absorbentes, no constituyen una molesta verborrea. Hay muchos silencios, no hablan rápido, escuchan música o se asustan entre susurros. Aún queda espacio para que Hartley introduzca una situación que en "Flirt" desarrollará al máximo, como es la repetición de frases y palabras en contextos diferentes. Un recurso más del director para mostrar esa sociedad donde las relaciones entre personas siguen repletas de tanto dolor como magia.
Empieza con un robo. Las situaciones se van sucediendo con absoluta naturalidad: una antigua estrella del deporte reconvertida en prófugo revolucionario. Una monja revolcándose en el suelo con un policía. Un ataque de epilepsia en pleno campo. Una moto estropeada. Un gasolinero distorsionando su guitarra a la espera de clientes. La niña de azul en el colegio de monjas que está loca por Paco...
¿Y qué fue de Paco? Efectivamente, ni el recuerdo de su sombra, ni el olor de su tabaco. El gafitas y su hermano, buscando a su padre como una aguja en un pajar, van a encontrarse con dos mujeres que esperan, con ánimos y deseos totalmente diferentes, a dos hombres. Una desea que llegue su amor, que no la haya dejado en el camino. La otra no quiere que venga, con ese miedo tan americano a los ex-convictos.
Y entre esperas e indagaciones, se suceden los diálogos ¿Intrascendentes? Se habla de Madonna, de embragues, de medallas religiosas, de grupos de rock, de árboles y plantas ¿Plúmbeos? Se habla de sentimientos, de deseos, de necesidades, de desengaños. El amor en todas sus vertientes, sugerido o mostrado: amor loco, amor para toda la vida, el sexo por el sexo, amor platónico, amor rechazado, amor distante, y, por encima de todos, el amor como sufrimiento y padecimiento. Lo dice el policía, en una de sus escasísimas intervenciones: Como clavarse un puñal en la frente otra vez, eso es enamorarse.
Todos esos diálogos, tan importante y absorbentes, no constituyen una molesta verborrea. Hay muchos silencios, no hablan rápido, escuchan música o se asustan entre susurros. Aún queda espacio para que Hartley introduzca una situación que en "Flirt" desarrollará al máximo, como es la repetición de frases y palabras en contextos diferentes. Un recurso más del director para mostrar esa sociedad donde las relaciones entre personas siguen repletas de tanto dolor como magia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La ESCENA:
Por corte, nos metemos en la salita del bar, y suena "Kool Thing", de Sonic Youth. Y los dos siguen a la morena en sus pasos. Tan graciosos como estúpidos, mientras mandan los guitarrazos. En el momento de la canción en que empieza el diálogo entre Chuck D y Kim Gordon, aparecen los dos que faltaban bailando pegados, tiernos y cariñosos, mientras los tres saltimbanquis siguen al fondo. Cuando va a volver el subidón de guitarras de la canción... Hal Hartley corta bruscamente la escena para que comience una recta final de película larga y en ligera pendiente, para lucimiento de los sprinters más potentes del pelotón.
Por corte, nos metemos en la salita del bar, y suena "Kool Thing", de Sonic Youth. Y los dos siguen a la morena en sus pasos. Tan graciosos como estúpidos, mientras mandan los guitarrazos. En el momento de la canción en que empieza el diálogo entre Chuck D y Kim Gordon, aparecen los dos que faltaban bailando pegados, tiernos y cariñosos, mientras los tres saltimbanquis siguen al fondo. Cuando va a volver el subidón de guitarras de la canción... Hal Hartley corta bruscamente la escena para que comience una recta final de película larga y en ligera pendiente, para lucimiento de los sprinters más potentes del pelotón.