Un día estas apotronado en el sofá después de una comida copiosa y sin querer te enganchas a un telefilme del que luego te enteras que es más largo que un día sin pan. Pero bueno, como no te gusta dejar las cosas a medias te lo chupas entero esperando que la tortura se pase lo más brevemente posible.
El ladrón de Shanghai encaja perfectamente en este grupo. Película de aventuras con toques del género fantástico cuyo máximo atractivo a priori es que cuenta con un David Carradine que ya no tiene edad para dar patadas al más puro estilo kung-fu, pero que aún se defiende como actor en películas de bajo presupuesto que le reportan el dinero necesario para completar un cómodo plan de pensiones.

Por lo demás arquetípico argumento en los que tres supuestos príncipes tienen que pasar un número de pruebas para ganarse la simpatía de la princesa, una espectacular asiática, de lo mejor del filme. Por supuesto, los malos son muy malos y los buenos muy buenos, y no creo que sea necesario usar el spoiler para que averigüéis por vosotros mismos como acaba esto.

Sólo recomendada para cuando el mando a distancia no está dentro de tú perímetro de alcance y las piernas no responden.