Reconozco la habilidad de Julio Porter y Christensen en sostener una película solo desde en el enamoramiento de una adolescente sin ser aburrido, ni estúpido.
Es una historia que a pesar de su premisa tan liviana y el tiempo en el que se realizó o quizás por eso mismo, resulta fresca, dulce y amena.
Christensen era muy bueno para retratar el mundo de los niños en su trance a la adolescencia y también a la juventud, dedicó varias películas al tema, sabía adentrarse en su mundo, que se creen que todo gira en torno a ellos, acá de una farsa que arma Cristina para mandarse la parte con sus amigos diciendo que Pablo, un escritor famoso es su novio, y después se convence a si misma de que es verdad y lo empieza a joder, y pasar todo el tiempo que puede al lado suyo sin darse cuenta que de la verdad aunque la tiene enfrente. Es irónica la historia pero amable con todos los personajes, su socarronería no es hiriente sino amable.
Lo mejor: María Duval, no por nada fue como la adolescente burguesa del cine clásico argentino, siempre interpretaba a muchachas dulces, amables, inocentes, simpáticas.
La dirección de Christensen, como logra captar todo lo que le pasa a Cristina, con sensibilidad y elegancia.
Lo peor: un poquito acartonado en algunos momentos pero muy poco, en general para como era el cine de la época y sobre todo el tema que toca esta película está por sobre el promedio.