De cómo se puede construir una película casi aceptable de la nada.

BTK fue un asesino en serie norteamericano que se hizo llamar así por su afición a Atar, Torturar, Matar (siglas en inglés)

Se caracterizaba por su petulancia, especializándose en limpiar de huellas sus escenarios de crímenes, de manera que las fuerzas de seguridad nunca pudieron echarle el guante.

Luego, bruscamente, desapareció, y durante 13 años no se supo nada de él.

En 2004, coincidiendo con un renovado interés por su caso, alguien (según la policía, el propio asesino BTK) escribió cartas a la policía y los periódicos mofándose de sus perseguidores y amenazando con nuevos crímenes. Sin embargo, BTK nunca volvió a actuar.

El error que condujo a la detención es tan descomunal que parece mentira que un astuto criminal en serie pueda cometerlo, y motivó serias dudas de que fuera de verdad el criminal. No lo descubro aquí: al spoiler.

La policía científica confirmó que se trataba del mismo asesino, y Rader confesó los crímenes, pero aún hay gente que sospecha que BTK nunca fue capturado, que posiblemente murió durante los años 1991 a 2004, y Rader era un tontiloco de los que se confiesan culpables cada año de los crímenes sin resolver, y que los investigadores aprovecharon como chivo expiatorio para darse tono en unos años, en que la policía norteamericana ha sido bastante desacreditada.

La película construye una especie de panegírico de una policía inepta, ineficaz y simplona que, aún suponiendo que Rader sea el asesino, sólo le echó el guante cuando se entregó, casi, en sus manos.

Y, aún así, la cinta produce sensación de que la labor policial fue eficaz e inteligente.

Sólo por eso, casi merece el aprobado.... Pero no.