Sin pies ni cabeza.

Ante la desaparición de varios paracaidistas en extrañas circunstancias, y con la excusa de que el ejército no debe hacerse cargo de la investigación, porque existe el riesgo de filtraciones, le encargan el caso a un cuarentón ligoncete que se dedica a corretear detrás de todas las faldas que aparecen en la película. Viva la coherencia..

Increíblemente, los altos mandos que confían en él no le devuelven a su empleo civil envuelto en celofán a los cinco minutos de conocerlo (pese a comprobar que trata de tirarle los tejos a secretarias, investigadoras de laboratorio, camareras, simples transeúntes y señoras que corretean en paños menores por la playa ¡Viva la discreción!) y deciden confiar en él.

Y la película continúa entre despropósito y ronquido, hasta un final que no revelaré... pero que recomiendo sea visto por los amantes del cine de absurdo y quienes quieran sufrir una Lobotomía no quirúrgica (por lo de perder unas cuantas neuronas)