Llevo ya un tiempo siguiendo la trayectoria de Neil Labute y puedo afirmar sin ninguna duda que esta película es una de las que más me han gustado hasta la fecha de este director y que el personaje interpretado de forma correcta por Stacy Edwards me ha llegado, me ha tocado la fibra. En este primer film de Labute se puede ver claramente como algunas personas se dedican a putear a otras por el simple de hecho de hacer daño, sin motivo ninguno. Esta maldad está aquí representada por dos machistas y misóginos amargados y con un complejo de inferioridad apabullante que sueltan toda su mala leche en una agradable chica sorda que tuvo la mala suerte de estar en el lugar y el momento equivocado. Hace tiempo que Aaron Eckhart es una de mis debilidades pero podría asegurar que aquí nos regala una de sus mejores actuaciones, si no la mejor. Está inmenso, despreciable, repugnante, odioso, todos los calificativos se quedarían cortos para describir lo que su malvado personaje me hizo sentir. Junto a él un desconocido Matt Malloy, quién también intervendría en la producción de la película y que nos deja una buena y convincente actuación como el pelele que se deja convencer por Eckhart de que hay que hacer daño a cualquier mujer que se cruce en sus caminos. La parte femenina viene de la mano de una Stacy Edwards más que correcta, una discreta actriz que me ha sorprendido muy gratamente aquí y con la que no puedo dejar de sentirme identificada. Una película cruel, real y sencilla que te dejará con algo de mal cuerpo y preguntándote cómo hay gente que puede comportarse así en la vida y dormir bien por las noches.