Lo mejor del film es el fascinante aire de maldad expuesto, con un sensacional despliegue de todos los avatares a los que una película de aventuras de este estilo no puede ni debe renunciar: secretismo, recursos, armas y mucha astucia.

En medio de una guerra total, e introducidos en la fidelidad absoluta a Hitler por parte de un invencible ejército persiguiendo la dominación mundial, una agobiante pesadilla que de por sí en la ficción sería harto difícil superar, se presenta la maldad de Cráneo Rojo y su elegancia en el mando, a quien le mola la idea del austriaco y se suma a ella.

Hay que aplaudir a Cráneo Rojo porque es un diabólico personaje salido de las mejores y más fantásticas mentes de entonces. Es capaz de adivinar que a Hitler le va a cambiar la suerte y no le va a ir bien, y como cuenta con su organización: Hydra, y su propio Ejército, rápidamente se desmarca del nazi. Apenas aparecen con el casco de la Wehrmacht cuando ya luego son máscaras completas y desfiles de movimientos robóticos.

La película es un derroche de aciertos y espectáculo en la que no queda otra que admitirlo. Absolutamente recomendable aunque uno no conozca el cómic pero le agraden películas de aventuras de superhéroes, o, si no, quiera disfrutar de una fantasía extrema ubicada en un tramo apasionante de la Historia de la Humanidad sin parangón alguno, con exactas aproximaciones a la maldad imperante y personajes de lo más carismáticos.

Y huir de posiciones equívocas y chorras, aquí está el Mal, y contra el Mal, un joven, Steve Rogers, con un gran poder: su moral intachable. No veamos fantasmas donde no los hay. Sus principios son los de cualquier héroe venga de donde venga y si sus colores son los de la bandera estadounidense, pensemos que seguramente es porque ha nacido allí. Si hubiera nacido en Balaguer, igual llevaba en su uniforme la estrella cubana (que la lleva para el caso) y las barras de Aragón (que también valen en vertical). Por tanto, fuera prejuicios, no discriminemos al capitán América.