Una de las cualidades que más se echa de menos en el cine de hoy día es la sensibilidad en el romance, la delicadeza, la ensoñación al presentarnos un encuentro. La relación que nace en una pareja se ha convertido hoy en algo que exige rapidez, la fórmula es eliminar trámites y sentimientos a cambio de mucha tontería para engañar al espectador con un humor vulgar y llegar, con rapidez, a la representación explícita del acto para dejar claro que lo “dan” todo el uno del otro.

Por eso encontrarse con este Correo Diplomático requiere degustar la historia con el ánimo de convencerse de que no todo se ha perdido, que la sensibilidad existirá mientras un Tyrone Power siga estando ahí, mientras Patricia Neal lo ronde misteriosamente y una incomprendida Hildegard Knef nos enamore incluso antes que se explique; menos mal que hubo personas como Hathaway que supieron mostrar el aire soñador que requiere el inicio de una relación para hacernos sentir la intriga, el peligro y la aventura en el austero mundo de los espías.

Correo Diplomático es más que una historia de espías entre violencia y engaños, entre mensajes y sombras, al son del traqueteo de un tren, es también un interesante encuentro en un bonito blanco y negro, sin medias tintas.