Cesado en su puesto de 007, Sean Connery, Roger Moore aceptó la vacante y debido a que por entonces estaba en plena forma haciendo de Simon Templar y mucho mejor en el papel de Lord Brett Sinclair en Los persuasores junto a Danny Wilde (Tony Curtis), no tuvo problemas en seguir con las aventuras del famoso agente secreto del MI 6.

Si en Los persuasores la música de la cabecera compuesta por John Barry fue un éxito al igual que la serie, en Vive y deja morir, Paul McCartney nos deja una de las mejores canciones de la franquicia: Live And Let Die.

Roger Moore, sin complejos ante la profesionalidad de Connery, nos dejó un agente más humorístico, simpático y elegante, en donde las comparaciones ni valen ni son necesarias porque fue el que más y mejor se tomó su personaje en plan parodia.

El film queda influenciado por la violencia de la problemática del movimiento afroamericano de los 70 en USA, sin renunciar a las comedias americanas de persecuciones. Al principio es todo sexualidad exótica no explícita más una representación de los poderes de adivinación con el tarot; además de las supercherías del vudú tan en boga en sitios como Nueva Orleans, donde empieza la acción.

Luego aparecerá el sheriff americano, personaje humorísitco consagrado en las persecuciones de coches tipo Sheriff Lobo. También muy recurrido en ciertas películas de Burt Reynolds. Es la prueba que por momentos la película parece de otro género.

Era el estilo de este Bond/Moore.

Se incrusta una lancha sobre el coche del Sheriff y este es el comentario de uno de los polis:

-"Debe ser el nuevo modelo de autolancha".

Luego le explican al Sheriff que no debe detener a JB porque es un agente secreto y estalla:

-"¿Agente secreto? ¿Pero a favor de quién?"

Pero no nos despistemos, sigue siendo una película de James Bond: intrigante, peligrosa y fiel a su marca. Jane Seymour cumpliendo como debe. Un clásico inolvidable con un clima de Magia Negra muy a propósito.