En la novela Episodios de una guerra, de Patrick O´Brian, de la serie de las aventuras del Capitán Jack Aubrey, se hace referencia a las inspecciones que la Armada británica hacía a los barcos estadounidenses buscando marineros desertores. Un punto interesante con el que empieza esta película
Ahí acaba todo porque el posterior argumento tratado casi infantilmente es flojo, forzado e inverosímil.
Lo peor son los graves errores que puede cometer un director que llevan a una película que podía haber sido entretenida, a ser una tontería.
En mitad de una tempestad se hablan a voces el capitán de un barco y el capitán de otro a más de doscientos metros de distancia (como poco) y se escuchan y se responden con la máxima facilidad. Ni siquiera se ven por la distancia entre ambos, pero se oyen perfectamente. Qué punto. Existían para eso señales, métodos luminosos y códigos de comunicación entre buques a largas distancias; no hubiera costado nada hacerlo así.
Cuando sueltan el batiscafo para poner la bomba en el buque inglés y se ve al antiguo capitán inglés dándole a la manivela para mover la hélice, de izquierda a derecha, por ejemplo; es para mearse de risa. Pero lo que es para llorar es cuando el tío tiene que dar marcha atrás y se pone a dar a la manivela en sentido inverso. La hélice (en la popa) sin moverse del sitio, girará de derecha a izquierda y ya por eso el sumergible tiene que ir marcha atrás y a toda leche.
Motor a pedales. Ni el el profesor Fate y su ayudante Max lo superan.