El teniente Mendoza es un legionario tuercebotas, pendenciero y mujeriego.
Con un empiece al más clásico estilo de las superproducciones del cine de aventuras, nos encontramos a una Compañía de la Legión en el frente durante la guerra. El teniente Mendoza le cambia la guardia a su gran amigo, otro teniente, y éste muere de un disparo del enemigo nada más empezar a cumplir el servicio.
Esta circunstancia, moralizante total, ya que tuvo que hacerle la guardia por perder una apuesta jugando a las 7 y media y encima con el hecho que le hizo trampas, le hace entrar al teniente en la providencia divina y termina ingresando en el Seminario.
Y no empecemos ya con que la abuela fuma y todo eso de los curas porque lo único que hay que ver es que esta peli es de otra época.
Completamente volcado en el sacerdocio, Javier Mendoza visitará a su familia e intercederá en la azarosa vida de sus hermanos, en la de su hermana menor, que anda despistada en el amor y en la de los otros dos dedicados al contrabando internacional, algo menos grave, pero jodido también.
En la película se enganchan sucesivamente el género bélico, religioso y el cine negro clásico con un final edificante.
No está mal. Bien construida la historia y con personajes creíbles.