Viene a decir que las bravuconadas son como un grano de mostaza, dicho otro ejemplo como las bolas de nieve que según ruedan van haciéndose más grandes. De ahí que la película empieza y acaba con la referencia a los dos bandos del Telón de Acero, como si fueran ejemplos también de bravucones lanzándose desafíos continuos para amedrentar al contrario; y eso es lo que ocurre en esta historia, que las fanfarronadas pueden desembocar en grandes tragedias.

El caso es que Manolo Gómez Bur se pone gallito y eso nos da opción de contemplar a un José Bódalo espléndido. Un actor que siempre lo encasillo en el drama hace aquí un papel que impone respeto porque es capaz de merendarse a cualquiera. Para Manolo Gómez Bur su papel es ideal debido a sus maneras, a su físico, a su áurea, a su todo, perfecto; pero con Rafael Alonso aseguro que llegan a una cúspide de la camaradería poco vista en el 7º Arte. Las andanzas de ese par de amigos ocasionales son para apuntarlas y revivirlas de vez de en cuando, y no me gusta exagerar, pero llegan a superar o al menos igualar la alta comedia italiana del Alberto Sordi o Vittorio Gassman, por dar un ejemplo y con toda humildad.

En general es un compendio de aciertos en la interpretación de todo aquel que aparece, de una perfección en las secuencias que llevan su justa medida, es lo que pasa cuando hay algo que contar y se quiere contar bien y con estilo. Con unos interiores que nos descubren una clase social en casinos o clubes fuera de exageradas sofisticaciones a lo David Niven, por ejemplo otra vez pidiendo perdón por la osadía, si no con el aire ese castizo del Spain is different, que ya lo dice uno: Yo mediaría entre ambos pero tratándose de un riña entre españoles prefiero no meter baza. Eso es prudencia y sabiduría.

Un película que he disfrutado gracias al sabio consejo de una usuaria y que pasará a ser por derecho, una de mis comedias preferidas, y sin bravuconería alguna, yo también me atrevo a aconsejarla.