Drama cómico, pero drama al fin y al cabo, de la clásica familia de la que se puede encontrar paralelismos claros con la actualidad. Familias aupadas por la fortuna llegada gracias a los famosos pelotazos que, sin conciencia alguna, despilfarran a espuertas hasta que se encuentran con el batacazo.

El sentido común no existe para esta gente, no se puede encontrar en aquellos que nunca lo tuvieron y así, a la sombra de un líder de barro, intentan seguir unidos para sobrevivir al temporal y a su propio engaño.

Es una película al estilo Berlanga llena de simpatía, en la que se puede disfrutar de un extraordinario trabajo que a todos les salió redondo. López Vázquez es Arturo y está inconmensurable, es el empresario que debe solucionar el negro panorama al que han llegado sus negocios, y de ahí su enorme lucha por guiar, a trancas y barrancas, junto a su familia, un peliagudo plan, que además es inconsistente, pero da igual.

Es curioso observar, igual debe ser en la vida real, como cada miembro de la familia sigue anteponiendo egoístamente sus caprichos a los demás con razonamientos de lo más variopinto.

El comisario, interpretado por Rafael Alonso genialmente, es una figura dentro de la fauna social de esta película para disfrutar ampliamente. Su amabilidad, su paciencia y el cariño hacia el hermano de Arturo, al que todos tachan de tonto y que vive en la inopia, es un acierto pleno y ejemplo de la contraposición que hace al tándem López Vázquez - Agustín González.

Todos encajan la obra con perfección. Absolutamente recomendable introducirse en este ambiente y disfrutar de una auténtica sátira de la época de los aluviones de las aperturas, con una lógica llena de socarronería y unos personajes que se hacen inolvidables.