¡Cuánta hipocresía y qué injusto es llamar “puta” a esa muchacha y "borracho" a Murphy!

Murphy y la muchacha despiden simpatía y honradez desde el principio hasta el final y sólo un perturbado puede despedir tanto odio por esa pareja e insultarlos de esa forma.

Murphy es Bronson. Mucha gente piensa que dar una buena imagen es lo importante de la vida, y puede que sea cierto para una entrevista de trabajo, pero la realidad es que lo importante de una persona es lo que lleva dentro. Sus sentimientos.

Murphy alias Bronson, o viceversa, está divorciado y su ex se dedica a enseñar las tetas en un garito. Murphy se aclara la garganta todas las mañanas en su asqueroso cuarto de baño. Es un poli desastrado y su compañero un putero. Mucha gente pasaría de él y de su compañero también…, bueno, depende. En cambio Vicenzo, el mafioso, es una persona respetable que lleva a su madre a comer a los mejores restaurantes. ¿Y qué pasa? Que estamos hartos. Que estamos hartos de estas falsas apariencias de la sociedad, de los mafiosos que dan muy buena imagen mientras no hacen otra cosa que robar… ¿Qué hace la ley a favor de las víctimas y de los pobres? Pues no sé, pero sí sé que Murphy no se queda con los brazos cruzados esperando a verlas venir.

Si la Ley es Murphy, bienvenido sea Murphy, porque Murphy cobra a los delincuentes, con intereses. Los asesinatos se pagan y Murphy los cobra al contado. Se acabó el abuso. Y este es el mensaje de la película: El fin es lo que cuenta; no los medios ni las apariencias. La ley de Murphy es una forma cruda de mirar en nuestro interior, de vencer nuestros miedos, y lo hace desde el prisma de la honradez, por eso Bronson y la muchacha de buen corazón están muy acertados. La vida es muy puta y no da segundas oportunidades a nadie, luego no se entiende que mafiosos y asesinos tengan que tener derecho a reinserciones y a que los pelotas y rastreros de turno les den palmaditas en la espalda. Pues no.

Película muy lograda en su cruda exposición; una forma valedera de entender las cosas.