La intriga de Muere una muje se basa en una acción que mezcla más de una corriente o estilo, una de ella podría corresponder a la Nueva Ola francesa, una acción a la expectativa en la que se ve a un hombre que hace cosas nada especiales, que va a un sitio y otro sin más, para que, al cabo de los minutos, pase algo por fin. La labor de Mario Camus y Saura para crear dicho personaje, Javier (Alberto Closas), dentro de ese ambiente descrito de apariencia intrascendente, es acertada para el estilo que busca. No es una mala película ya que se trata de presentar a un individuo cínico de aspecto cuasi infantil que no queda carente de interés. Tampoco es que Javier cause simpatía ya que le dice a su mujer que está en una reunión de trabajo cuando en realidad está tomando unas copas en buena compañía, pero su doble juego queda lejos de caer odioso por esa curiosidad que el ambiente crea en el espectador.

Es una película que quiere resultar equívoca, en la que la duda está presente desde el principio con dicho personaje, muy bien interpretado por Alberto Closas, o sea, que el objetivo se ha logrado, y para ello además se apoya en la personalidad de la cuñada, una mujer sumisa, apropiada para su carácter (la desgracia deriva en fortuna). Encima la aparición de los inspectores de policías en un plan de comprensión exagerada, razonables, pacientes, dispuestos a escuchar, hace de la película un extraño ejemplo del cine policíaco de la época que sin llegar a ser una obra clave, es curiosa y digna de atención.