Wong es un señor que está como una cabra alemana, lo cual hace que vea fantasmas. Pero nuestro protagonista, lejos de preocuparse y acudir a un psicólogo, ha hecho de su falta de juicio su medio de vida y se dedica a estafar a otros tarados exorcizando de espectros sus casas. Los aranceles para trampas de los Cazafantasmas deben ser muy altos en Hong Kong por lo que Wong se enfrenta a ellos de una curiosa forma, les da la tabarra cual peluquero para que abandonen el lugar. Además también tiene problemas con la fantasma que vive en su casa, que ni paga el alquiler ni riega las macetas, el pobre Wong va con el pelo blanco de los disgustos que le da.

Tiene un comienzo muy prometedor, a pesar de lo surrealista del planteamiento la historia va tomando forma entre chistes raros y efectos bastante currados, hechos con el Spectrum por lo menos, y presentando algún personaje que merece la pena. Además no pueden faltar de cuando en cuando algunas peleas entre tíos que han visto muchas películas de Bruce Lee, que son al cine hongkonés como las tetas al cine español.

Sin embargo, la segunda parte decae bastante en ritmo además de volverse bastante confusa en su narración. La trama principal se entrelaza con otras, además de con flashbacks y salta de escena a escena sin una coherencia clara entre ellas lo que puede hacer que se pierda el hilo de los acontecimientos fácilmente. Otra gran cojera de la película es su inacabable final, que sucede mucho después del último clímax, lo cual hace acabar el film con una sensación algo fría.