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Voto de Juanjo Iglesias:
8
7,2
86.246
Thriller. Acción. Drama. Cine negro
Durante el día, Driver (Ryan Gosling) trabaja en un taller y es conductor especialista de cine, pero, algunas noches de forma esporádica, trabaja como chófer para delincuentes. Shannon, su jefe, que conoce bien su talento al volante, lo mismo le busca directores de cine y televisión que criminales que necesiten al mejor conductor para sus fugas, llevándose la correspondiente comisión. Pero el mundo de Driver comienza a cambiar el día en ... [+]
28 de diciembre de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Drive” es sin duda una de las películas del año. La propuesta es sin duda lo más deseable que presenta la cartelera para este cambio de año. Es un largometraje endiabladamente moderno construido sobre los mimbres del mejor cine clásico.
Este conductor solitario es propio de una aventura de cine negro. La soledad y la tristeza que desprende a cada escena el personaje de Gosling son un reflejo, de los personajes clásicos del género. Rebeldes, ácratas y románticos personajes que se desenvuelven con firmeza en horridos trabajos, en una sociedad tétrica y sombría. El desamor y el romanticismo más trágico de ese mundo opresivo, combaten en cruentas batallas íntimas y personales contra la esperanza y el amor. La cinta adquiere su sentido escarbando sobre la superficie. Se advierte como una metáfora de los tiempos que vivimos, que son por otro lado de lo más pertinente, para que el género negro, campe a sus anchas por las salas. Los dobles sentidos y la búsqueda de la esencia de los personajes, y en definitiva de las personas, es lo que busca la novela de James Sallis, en la que está basado el largometraje. Lo importante no es lo que nos cuenta, si no lo que hay detrás de lo que nos cuenta.
El guión tiene más valor por lo que calla, que por lo que dice. Los diálogos hacen algo realmente difícil, que es transmitir con el silencio, porque el silencio es música y palabra. Esta escasez de diálogos y las miradas que intercambian los personajes protagonistas, son el alma de la historia, creando empatía y credibilidad hacia el espectador y dando veracidad a esa frase que dice que “una mirada vale más que mil palabras”. Todo esto necesita grandes intérpretes y precisamente Ryan Gosling, es sin duda uno de los actores con más futuro del cine occidental actual. En este tema es fundamental la música de Cliff Martínez, que unida a todo lo que transmiten los actores sólo con sus miradas, conforman ese poema sucio, gris y metropolitano.
El trabajo actoral es dramáticamente espectacular. El trabajo de Cranston, Brooks y Mulligan es formidable. Pero no haría justicia en esta crítica si no me explayara sobre la interpretación del magnífico Ryan Gosling. Observando esa mirada perdida sobre un volante empuñado con guantes de cuero, aparecen por mi memoria intérpretes que cinéfilamente adoro y que han representado como nadie la soledad y los más adustos personajes, como Anthony Perkins o Robert de Niro. Porque aunque la película homenajee en cierta forma a esa obra maestra llamada “Taxi Driver” , donde los planos del taller son milimétricamente inspiradores de aquella estación de taxis, y las ralentizaciones de planos evoquen irremediablemente a aquel maravilloso taxi, por las sucias calles de Nueva York, el personaje necesita un rostro, un gesto, una mirada y un alma, que condensen todo aquello que el director quiere contar.
(sigue sin spoiler)
Este conductor solitario es propio de una aventura de cine negro. La soledad y la tristeza que desprende a cada escena el personaje de Gosling son un reflejo, de los personajes clásicos del género. Rebeldes, ácratas y románticos personajes que se desenvuelven con firmeza en horridos trabajos, en una sociedad tétrica y sombría. El desamor y el romanticismo más trágico de ese mundo opresivo, combaten en cruentas batallas íntimas y personales contra la esperanza y el amor. La cinta adquiere su sentido escarbando sobre la superficie. Se advierte como una metáfora de los tiempos que vivimos, que son por otro lado de lo más pertinente, para que el género negro, campe a sus anchas por las salas. Los dobles sentidos y la búsqueda de la esencia de los personajes, y en definitiva de las personas, es lo que busca la novela de James Sallis, en la que está basado el largometraje. Lo importante no es lo que nos cuenta, si no lo que hay detrás de lo que nos cuenta.
El guión tiene más valor por lo que calla, que por lo que dice. Los diálogos hacen algo realmente difícil, que es transmitir con el silencio, porque el silencio es música y palabra. Esta escasez de diálogos y las miradas que intercambian los personajes protagonistas, son el alma de la historia, creando empatía y credibilidad hacia el espectador y dando veracidad a esa frase que dice que “una mirada vale más que mil palabras”. Todo esto necesita grandes intérpretes y precisamente Ryan Gosling, es sin duda uno de los actores con más futuro del cine occidental actual. En este tema es fundamental la música de Cliff Martínez, que unida a todo lo que transmiten los actores sólo con sus miradas, conforman ese poema sucio, gris y metropolitano.
El trabajo actoral es dramáticamente espectacular. El trabajo de Cranston, Brooks y Mulligan es formidable. Pero no haría justicia en esta crítica si no me explayara sobre la interpretación del magnífico Ryan Gosling. Observando esa mirada perdida sobre un volante empuñado con guantes de cuero, aparecen por mi memoria intérpretes que cinéfilamente adoro y que han representado como nadie la soledad y los más adustos personajes, como Anthony Perkins o Robert de Niro. Porque aunque la película homenajee en cierta forma a esa obra maestra llamada “Taxi Driver” , donde los planos del taller son milimétricamente inspiradores de aquella estación de taxis, y las ralentizaciones de planos evoquen irremediablemente a aquel maravilloso taxi, por las sucias calles de Nueva York, el personaje necesita un rostro, un gesto, una mirada y un alma, que condensen todo aquello que el director quiere contar.
(sigue sin spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El poder evocativo de Gosling bebe de estos gigantes del cine, llenando de savia nueva la gran pantalla. Transmitir sentimientos como la soledad y la esperanza, simplemente con gestos es la ardua tarea del actor canadiense y el resultado es simplemente para dejarse llevar y disfrutar de una brillante y lúcida sesión de cine.
Para los que hemos podido disfrutar de anteriores producciones del director danés, es un auténtico placer constatar, que tras su llegada a Hollywood, Refn mantiene sus signos distintivos e independientes. Y donde destaca este realizador, es en el trato particular y deliciosamente mezquino de la violencia. Su habilidad para plasmar ante la cámara lo peor del alma humana me produce tanto placer, como el odio que siento por su representada. Si en “Valhalla Rising” (2009), disfruté hasta la saciedad, del mejor cine experimental de los últimos años, con una epopeya sobre sus antecesores vikingos, en “Driver” vuelvo a disfrutar de esa violencia cinematográfica tan bien diseñada que rezuma odio por los cuatro costados y lo condensa de tal forma y tan concienzudamente que ya la querría para sí, la tan admirada violencia “Pulp” de Quentin Tarantino. El cine es pura expresión de sentimientos y este tipo representa el odio, la rabia y la venganza con suma maestría.
Como si el director no tuviera bastante con imbuirse en la influencia de Scorsese, del cine negro, del cine independiente en su sentido más amplio, del cine experimental y de aportar su propio estilo, se ha preocupado también de bucear en la más sórdida filmografía, haciendo un mal uso de la expresión, de Serie B de los 60. Un claro homenaje a “Scorpio Rising” (1964) de Kenneth Anger, que sirve para definir en parte, a este complejo personaje.
El trabajo documental-cinematográfico del director, que a la postre le ha proporcionado un montaje final soberbio, se decora con referencias al sistema de filmación “Panavisión”, que aparte de pertenecer a la propia historia, mientras el protagonista trabaja en el cine durante el día, colocando a la vista cámaras con el logotipo de la compañía, se ha permitido el lujo de rodar la cinta emulando las lentes de proyección anamórfica y logrando ese efecto de ensanche de la pantalla.
No hay nada que satisfaga más mi ávida afición por el buen cine, que la idea de regenerar el cine negro. Considero que formalmente ha perdido su sentido. No hay razones para regresar al expresionismo, o a ese blanco y negro tan real, que hacía que la frase “el mundo es en color, pero el blanco y negro es más real” cobrara sentido. Pero narrativamente, en los tiempos que vivimos, no puede tener más sentido. Nicolas Winding Refn lo ha entendido así y ha realizado una gran película en clave de cine negro, sobre el amor y la felicidad, donde los fuertes contrastes entre luces y sombras ensalzan por puro placer el devenir de sus solitarios moradores.
Para los que hemos podido disfrutar de anteriores producciones del director danés, es un auténtico placer constatar, que tras su llegada a Hollywood, Refn mantiene sus signos distintivos e independientes. Y donde destaca este realizador, es en el trato particular y deliciosamente mezquino de la violencia. Su habilidad para plasmar ante la cámara lo peor del alma humana me produce tanto placer, como el odio que siento por su representada. Si en “Valhalla Rising” (2009), disfruté hasta la saciedad, del mejor cine experimental de los últimos años, con una epopeya sobre sus antecesores vikingos, en “Driver” vuelvo a disfrutar de esa violencia cinematográfica tan bien diseñada que rezuma odio por los cuatro costados y lo condensa de tal forma y tan concienzudamente que ya la querría para sí, la tan admirada violencia “Pulp” de Quentin Tarantino. El cine es pura expresión de sentimientos y este tipo representa el odio, la rabia y la venganza con suma maestría.
Como si el director no tuviera bastante con imbuirse en la influencia de Scorsese, del cine negro, del cine independiente en su sentido más amplio, del cine experimental y de aportar su propio estilo, se ha preocupado también de bucear en la más sórdida filmografía, haciendo un mal uso de la expresión, de Serie B de los 60. Un claro homenaje a “Scorpio Rising” (1964) de Kenneth Anger, que sirve para definir en parte, a este complejo personaje.
El trabajo documental-cinematográfico del director, que a la postre le ha proporcionado un montaje final soberbio, se decora con referencias al sistema de filmación “Panavisión”, que aparte de pertenecer a la propia historia, mientras el protagonista trabaja en el cine durante el día, colocando a la vista cámaras con el logotipo de la compañía, se ha permitido el lujo de rodar la cinta emulando las lentes de proyección anamórfica y logrando ese efecto de ensanche de la pantalla.
No hay nada que satisfaga más mi ávida afición por el buen cine, que la idea de regenerar el cine negro. Considero que formalmente ha perdido su sentido. No hay razones para regresar al expresionismo, o a ese blanco y negro tan real, que hacía que la frase “el mundo es en color, pero el blanco y negro es más real” cobrara sentido. Pero narrativamente, en los tiempos que vivimos, no puede tener más sentido. Nicolas Winding Refn lo ha entendido así y ha realizado una gran película en clave de cine negro, sobre el amor y la felicidad, donde los fuertes contrastes entre luces y sombras ensalzan por puro placer el devenir de sus solitarios moradores.