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Voto de Antonio Morales:
6
Ciencia ficción. Intriga. Drama El banquero, Arthur Hamilton (John Randolph), está viviendo días grises al lado de su familia cuando comienza a ser incitado por un amigo al que creía muerto, para que visite a La Compañía, donde le propondrán un cambio total de aspecto físico con el que podrá rehacer su vida dejando atrás todo su pasado. Hamilton accede a la compleja cirugía estética, pero ¿le asegurará este cambio un futuro feliz?
20 de junio de 2016
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película maldita y film de culto del director procedente de la televisión, John Frankenheimer, cuya interesante carrera nos ha proporcionados títulos memorables, “Plan diabólico” es una de las más arriesgadas e interesantes, además de ser una atípica muestra del cine fantástico. El cineasta y su guionista Lewis John Carlino, habían encontrado una historia atractiva en “Seconds” de David Ely, una pequeña novela de corte fantástico. Eligió como protagonista a Rock Hudson, un ejecutivo que decide dar un giro a su monótona y aburrida vida, haciendo uso de un cambio de personalidad mediante una operación quirúrgica. Un film que censura el discurso del sueño americano, por su tono pesimista y desolador, que tuvo muy mala acogida en el Festival de Cannes y mal conocida en España, porque la censura amputó algunas secuencias que lastran la narración, y que por suerte hemos podido ver en el pase por TCM.

Un film nada simpático, a contracorriente y, desde luego, también irregular y no exento de defectos, pero que sin duda se merece una urgente reconsideración. Concebida a modo de experimento formal, con abundantes escenas rodadas cámara en mano y, en ocasiones, usando el impopular objetivo deformante de la imagen conocido como “ojo de pez” (no siempre con acierto, hay que admitirlo), “Plan diabólico” es un perturbador film “kafkiano” excelentemente fotografiado en blanco y negro por James Wong Howe, un clásico en el oficio. Sus primeras escenas, de puro enfáticas, resultan fascinantes, aunque es comprensible que, por esa misma razón, puedan parecer efectistas: Arthur Hamilton (John Randolph) es seguido por un desconocido mientras se dispone a tomar un tren, el cual le entrega un papel con una dirección anotada.

Sentado junto a la ventanilla del tren, Hamilton va viendo como los paisajes, la vida va pasando rápidamente, a toda velocidad, como el convoy donde viaja. No tardaremos en saber cuál es el problema que angustia a nuestro hombre acaudalado: el envejecimiento. Esta apertura es ilustrativa del estilo inquietante y desencantado que el cineasta adopta: la planificación distorsionada anticipa el carácter violador, perturbador de la realidad cotidiana, del orden natural de las cosas, que tendrá la injerencia de la ciencia humana. La puesta en escena, no es elegante, desde luego, pero sí coherente con el planteamiento del relato: árido, frío y de una crueldad clínica aterradora.

Ejemplar me parece la descripción del entorno cotidiano de Hamilton (más tarde, Antiochus Wilson, pintor y con nuevo aspecto, Rock Hudson), de su relación con su esposa, Emily (Frances Reid): su humillación y vergüenza por no poder satisfacerla sexualmente, más la terrible ironía en la forma de comunicarse con la organización secreta que hará posible su deseo de rejuvenecer. Su proceso de adaptación a la nueva vida, le lleva a la liberación sexual, conociendo a una mujer (Salome Jens), desconociendo los peligros que le acechan en su nueva vida, rodeado de amables vecinos que comparten fiestas y también secretos que se afanan en ocultar.
Continúa en spoiler:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Antonio Morales
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