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Voto de Antonio Morales:
8
Drama La condesa de Albornoz es una mujer bella y rica a la que no le importa lo que piensen los demás. Sus amigas la odian por los numerosos escándalos que ha protagonizado; de hecho la condesa tiene amores adúlteros, se aprovecha del apellido de su marido y tiene a su hijo Paquito olvidado en un internado, donde se siente el niño más infeliz del mundo. Pero, pronto, su desenfrenada forma de vivir le pasará factura y, poco a poco, la buena ... [+]
21 de julio de 2015
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Igual que en el anterior éxito con “Locura de amor” la productora CIFESA une a la gran estrella Aurora Bautista, Juan de Orduña como director en otro melodrama de época, con la historia de España como telón de fondo, un melodrama arrebatador de unos decorados y ambientación fastuosos. Basada en una novela del Padre Coloma, que no elude una velada crítica a una sociedad burguesa y materialista. La historia de una mujer atormentada como eje central del relato, egoísta, vanidosa y pérfida, vamos, que no es ejemplar precisamente, protagonista en la vida social de aquel Madrid decimonónico. El cineasta maneja con maestría las fiestas pomposas con el drama intimista de la protagonista, pese a ser una mujer frívola logra que el espectador sienta empatía con ella. El personaje del niño es, por otro lado, de una gran importancia porque es como el espejo de la inocencia, la pureza y la modestia.

La condesa de Albornoz (una bellísima Aurora Bautista) lleva una vida disoluta, pese a estar casada con un pelele, el cual maneja a su antojo, mantiene relaciones con distintos hombres, entre ellos Jacobo, Marqués de Sabadell (Jorge Mistral), reina de las fiestas frívolas y banales, rodeada de chismosas y cotillas, descuida la atención y el amor de su hijo adolescente (Carlos Larrañaga) quién sufre en silencio desconsoladamente la falta de cariño y comprensión de unos padres indolentes. Un folletín ambientado entre 1871-1876, históricamente entre el reinado de Amadeo de Saboya, la primera República y la restauración borbónica, que mezcla la intriga política, con amoríos, espionaje, duelos, infidelidades y otras desgracias derivadas.

Al cineasta le interesa más los sentimientos que la crónica histórica, la historia de la frívola Curra Albornoz constituía una síntesis perfecta en la que no sobraban los momentos apasionados, el suspense y los grandes bailes; todo estaba mediatizado por la coartada cultural que suponía su origen literario y que rezumaba una religiosa moraleja. De ahí que al principio de la película se cite a Hamlet en su frase "Hay algo en Dinamarca que huele a podrido". Técnicamente el cineasta exhibe un virtuosismo deslumbrante en la puesta en escena, planos generales y “travellings” de exquisita elegancia, una película de una calidad asombrosa que incluye hasta una jovencísima Sara Montiel.
Antonio Morales
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